Hecho reporteado por Cecilia Doggenweiler A.
No tuve la oportunidad de conocer directamente a Neruda, pero si conocí unas lindas partes de sus vivencias que no están en sus escritos y que en parte son de su vida privada. Por esto hago con gusto estos reportajes, como es el caso de lo que he hecho con Raúl. Raúl Buholzer y su ya fallecida esposa Marta Sepúlveda eran profesores por antonomasia. Siempre preocupados de cómo enseñar mejor en sus colegios y a sus hijos. Raúl me contó otra interesante historia de su hija Yenny con Neruda, que comenzó cuando ella aún no cumplía los cuatro años de edad. Como esto me pareció muy simpático, yo le pedí a Raúl que me narrara esta historia completa de Neruda con la pequeña Yenny Buholzer y él comenzó así.
“Nosotros con Martita fuimos incrédulos ante el culto a la personalidad que se les hacía a algunos educadores clásicos. Era indiscutible todo lo que habían escrito, se los citaba en los Institutos Pedagógicos sin preguntarse si alguna vez ellos mismos habían enseñado, o si habían hecho algún experimento con los niños aplicando los métodos que proponían en sus escritos para enseñar mejor. Los experimentos al respecto estaban absolutamente prohibidos y con justa razón. ¿Quién puede permitir que sus hijos sean los conejillos de Indias de alguno que quiera comprobar su hipótesis o dejarlo en manos de un aprendiz a profesor? Aunque exista esta justificada razón de oponerse a estos experimentos, hay otro camino para solucionar este problema, que es el de afirmarse en las experiencias de cómo se enseña en las diferentes latitudes de nuestro planeta. Este camino nos permite evitar esta complicada situación de no poder experimentar con los niños los diferentes sistemas de educación que se les ocurre una y otra vez a tantos escritores. En la China, por ejemplo, a raíz de que no se enseñaba a leer en nuestra forma clásica occidental, los intelectuales chinos le enseñaban a sus hijos parte de los símbolos chinos desde que aprendían a hablar. Esto nos lo contó el escritor chileno Francisco Coloane cuando, después de vivir varios años en China, volvió y lo invitamos a pasar un par de semanas en nuestra casa. Sus niños aprendieron, no las 28 letras del abecedario, sino cientos de símbolos chinos con los que leían de corrido. Esto nos sirvió de ejemplo con Martita para enseñarle a leer a Yenny. Le dibujábamos una cama y le escribíamos el nombre cama al pié del dibujo, lo mismo con casa, puente, etcétera. Después de un tiempo de repetirle este juego le escribíamos solamente el nombre sin el dibujo y ella sabía que decía cama, casa, puente, etcétera. Ella aprendió a hablar y a leer casi al mismo tiempo, a los tres años de edad leía de corrido. A los casi cuatro años subió desenvueltamente al proscenio a entregarle flores a Neruda y a leerle un discurso de tres o cuatro líneas, que comenzaba: “Querido tío Pablo, ...” Neruda quedó convencido que Yenny se había aprendido de memoria ese discursito y que hacía un lindo show como si leyera. Por supuesto, ella le entregó las flores y el pergamino con el discurso”.
“Meses después de nuevo vino Neruda a Temuco a un acto, apenas nos vio nos preguntó por la pequeña poetisa. Le dijo Marta, que al día siguiente le llevaría de nuevo flores al proscenio del Teatro Municipal y le leería otro saludo escrito. A estas palabras contestó Neruda: “no he podido olvidar que la última vez Yenny estuvo como una excelente artista haciendo como que me leía un discurso”. Al día siguiente apareció Yenny llevándole nuevamente un ramillete de flores, Neruda le preguntó, “¿esto me lo manda Marta?” Yenny le afirmó que si, pero “esto lo hice yo” y le leyó cerca del oído a Neruda todo lo que había escrito. Y luego le entregó la hoja de papel con el discurso que había preparado para esa ocasión”.
“Neruda siempre se emocionaba cuando tenía contacto con niños, especialmente cuando eran niñitas, ya que le recordaban a su hija Malva Marina, quien por desdicha se mantenía en un sanatorio europeo con una enfermedad desgraciadamente incurable. Por esta razón Neruda se encariñó muchísimo con Yenny y apenas llegaba a Temuco siempre preguntaba por su sobrina Yenny, ya que ella le decía y le escribía, tío Pablo”.
Hasta aquí lo que me contó textual Raúl.
Raúl era en esos tiempos Secretario General de la Central Única de Trabajadores de la provincia de Cautín, CUT, y cada vez que Neruda llegaba a Temuco, Raúl le daba la bienvenida a nombre de los trabajadores de la provincia. Habitualmente Yenny acompañaba a su papá a la Estación de Ferrocarriles a recibir a Neruda. Fue así como Neruda la vio crecer, desde la foto que va acompañando a esta historia y durante muchos años más.
Me pude informar que Neruda, sus primos y sobrinos con la familia de los Buholzer Sepúlveda vivieron en el mismo barrio y como vecinos, en la calle Matta de Temuco, durante muchos años. En la próxima oportunidad les contaré en que circunstancias se conocieron Pablo y Raúl.
Continuará ...
Cariñosos saludos de Cecilia
Nota:
foto 1: 1955 Yenny Buholzer Sepúlveda.
No tuve la oportunidad de conocer directamente a Neruda, pero si conocí unas lindas partes de sus vivencias que no están en sus escritos y que en parte son de su vida privada. Por esto hago con gusto estos reportajes, como es el caso de lo que he hecho con Raúl. Raúl Buholzer y su ya fallecida esposa Marta Sepúlveda eran profesores por antonomasia. Siempre preocupados de cómo enseñar mejor en sus colegios y a sus hijos. Raúl me contó otra interesante historia de su hija Yenny con Neruda, que comenzó cuando ella aún no cumplía los cuatro años de edad. Como esto me pareció muy simpático, yo le pedí a Raúl que me narrara esta historia completa de Neruda con la pequeña Yenny Buholzer y él comenzó así.
“Nosotros con Martita fuimos incrédulos ante el culto a la personalidad que se les hacía a algunos educadores clásicos. Era indiscutible todo lo que habían escrito, se los citaba en los Institutos Pedagógicos sin preguntarse si alguna vez ellos mismos habían enseñado, o si habían hecho algún experimento con los niños aplicando los métodos que proponían en sus escritos para enseñar mejor. Los experimentos al respecto estaban absolutamente prohibidos y con justa razón. ¿Quién puede permitir que sus hijos sean los conejillos de Indias de alguno que quiera comprobar su hipótesis o dejarlo en manos de un aprendiz a profesor? Aunque exista esta justificada razón de oponerse a estos experimentos, hay otro camino para solucionar este problema, que es el de afirmarse en las experiencias de cómo se enseña en las diferentes latitudes de nuestro planeta. Este camino nos permite evitar esta complicada situación de no poder experimentar con los niños los diferentes sistemas de educación que se les ocurre una y otra vez a tantos escritores. En la China, por ejemplo, a raíz de que no se enseñaba a leer en nuestra forma clásica occidental, los intelectuales chinos le enseñaban a sus hijos parte de los símbolos chinos desde que aprendían a hablar. Esto nos lo contó el escritor chileno Francisco Coloane cuando, después de vivir varios años en China, volvió y lo invitamos a pasar un par de semanas en nuestra casa. Sus niños aprendieron, no las 28 letras del abecedario, sino cientos de símbolos chinos con los que leían de corrido. Esto nos sirvió de ejemplo con Martita para enseñarle a leer a Yenny. Le dibujábamos una cama y le escribíamos el nombre cama al pié del dibujo, lo mismo con casa, puente, etcétera. Después de un tiempo de repetirle este juego le escribíamos solamente el nombre sin el dibujo y ella sabía que decía cama, casa, puente, etcétera. Ella aprendió a hablar y a leer casi al mismo tiempo, a los tres años de edad leía de corrido. A los casi cuatro años subió desenvueltamente al proscenio a entregarle flores a Neruda y a leerle un discurso de tres o cuatro líneas, que comenzaba: “Querido tío Pablo, ...” Neruda quedó convencido que Yenny se había aprendido de memoria ese discursito y que hacía un lindo show como si leyera. Por supuesto, ella le entregó las flores y el pergamino con el discurso”.
“Meses después de nuevo vino Neruda a Temuco a un acto, apenas nos vio nos preguntó por la pequeña poetisa. Le dijo Marta, que al día siguiente le llevaría de nuevo flores al proscenio del Teatro Municipal y le leería otro saludo escrito. A estas palabras contestó Neruda: “no he podido olvidar que la última vez Yenny estuvo como una excelente artista haciendo como que me leía un discurso”. Al día siguiente apareció Yenny llevándole nuevamente un ramillete de flores, Neruda le preguntó, “¿esto me lo manda Marta?” Yenny le afirmó que si, pero “esto lo hice yo” y le leyó cerca del oído a Neruda todo lo que había escrito. Y luego le entregó la hoja de papel con el discurso que había preparado para esa ocasión”.
“Neruda siempre se emocionaba cuando tenía contacto con niños, especialmente cuando eran niñitas, ya que le recordaban a su hija Malva Marina, quien por desdicha se mantenía en un sanatorio europeo con una enfermedad desgraciadamente incurable. Por esta razón Neruda se encariñó muchísimo con Yenny y apenas llegaba a Temuco siempre preguntaba por su sobrina Yenny, ya que ella le decía y le escribía, tío Pablo”.
Hasta aquí lo que me contó textual Raúl.
Raúl era en esos tiempos Secretario General de la Central Única de Trabajadores de la provincia de Cautín, CUT, y cada vez que Neruda llegaba a Temuco, Raúl le daba la bienvenida a nombre de los trabajadores de la provincia. Habitualmente Yenny acompañaba a su papá a la Estación de Ferrocarriles a recibir a Neruda. Fue así como Neruda la vio crecer, desde la foto que va acompañando a esta historia y durante muchos años más.
Me pude informar que Neruda, sus primos y sobrinos con la familia de los Buholzer Sepúlveda vivieron en el mismo barrio y como vecinos, en la calle Matta de Temuco, durante muchos años. En la próxima oportunidad les contaré en que circunstancias se conocieron Pablo y Raúl.
Continuará ...
Cariñosos saludos de Cecilia
Nota:
foto 1: 1955 Yenny Buholzer Sepúlveda.