miércoles, 18 de julio de 2007

“Si no hubiese sido por las mujeres...”

Ocurrió en 1956.
Anécdota reporteada por Aída María Román.

Mientras viajábamos en tren desde Colonia para tomar el avión en Frankfurt, leemos en el tablero electrónico, instalado en la parte superior de cada uno de estos modernos coches, que vamos en ese momento a 307 kilómetros por hora. Además íbamos muy tranquilos, ya que no nos preocupaba ningún ruido de este silencioso tren super rápido ICE (Inter City Express). De repente Raúl me hace una insólita pregunta, “¿dónde estará la palanquita para hacer parar en caso de emergencia a este bólido?” Se larga a reír y yo le pregunto, ¿qué pasó, por qué te ríes? Él me dijo, “me acordé de una anécdota muy sabrosa”. Cuéntamela, por favor, porque este es un buen tema para seguir escribiendo las historias, que como tú sabes, escribo una a lo menos por semana. Y Raúl me dice, “ya pues, toma nota.”

“Te empezaré a contar de inmediato un acontecimiento, que tiene que ver con los viajes en tren, que al recordarlo se ve muy simpático. Esto me ocurrió hace 50 años, o sea, en 1956, cuando tuve una de mis primeras historietas curiosas que, por supuesto, te puede servir a ti como un bonito tema muy a propósito para escribir una nueva historia anecdótica.”

“La primera semana de enero se encontró Marta con su amiga y colega María Ortega, que era profesora del Liceo Gabriela Mistral de Temuco. Entonces como estábamos en época de vacaciones coincidieron en que ambas tenían el mismo proyecto de viajar a Santiago. Se pusieron de acuerdo y se terminó comprando pasajes para los dos matrimonios, María y Exequiel con Marta y Raúl, para ir a Santiago y volver por supuesto los cuatro juntos, en un moderno tren expreso. Se hicieron las reservas de los pasajes y asientos para el viaje de ida y vuelta a la capital, con el objeto de ir juntos y además economizar así un 20%. El viaje de ida a Santiago fue delicioso en este tren que corría a una estupenda velocidad para esos tiempos, llegaba a alcanzar en algunos momentos hasta 70 Km por hora. En esos años no existían por supuesto los rieles continuos, la línea férrea estaba formada por una cadena de trozos de rieles de alrededor de 30 metros; entre uno y otro se dejaba para compensar su dilatación un espacio de cerca de 2 centímetros. Al pasar las ruedas del tren por este espacio originaba un ruido permanente y característico para absolutamente todos los trenes. Oficialmente la llegada a la capital era a las 7 de la mañana, pero en la práctica se salía a las 9 de la noche de Temuco y se llegaba a Santiago no precisamente a las 7 de la mañana, sino que a mediodía, siempre había una explicación para 4 o 5 horas de atraso. Esto quiere decir, que el viaje se hacía en 16 horas a una velocidad promedio de 50 Km por hora y no a 70.”

“Les anticipo que en esta historia el tren en que viajamos va a tener un atraso de 4 horas y los culpables del atraso vamos a ser los dos con mi cumpa Exequiel. Todos los profesores estábamos bautizados por los alumnos a quienes les gustaba mucho ponernos sobrenombres. Por mí decían, “Raúl el Prudentito” y a mi compadre Exequiel, lo llamaban “Exequiel el Temible”. En aquel tiempo yo era, además de Profesor de Matemáticas y Física, Presidente de los Profesores de la provincia de Cautín. Exequiel era Profesor y Secretario General de la Central Única de Trabajadores, (CUT) de Cautín. Éramos conocidos, además, en los magazines de los diarios locales por nuestras actividades extraprogramáticas, se nos consideraba personas serias y muy responsables.”

Y Raúl me dice que me va a contar mejor toda la historia de una vez, ya que yo estaba tomando nota y le agregué que estoy preparada con los materiales correspondientes.

“Esta anécdota que estoy recordando se puso muy interesante cuando regresábamos de nuestro viaje de vacaciones a Santiago. Cuando veníamos de vuelta la reserva de los pasajes no fue en un coche de los de adelante, cerca de la locomotora, como en el viaje de ida, por no haber en los primeros coches reservamos asientos lamentablemente en el penúltimo vagón. Era sabido que los coches del final de los trenes se zarandeaban mucho más que los coches que van pegados a la locomotora. Comenzamos a viajar de regreso a las 9 de la noche sin ningún problema, porque las vías de los ferrocarriles en las cercanías de Santiago eran mucho más expeditas que para el Sur, pero a mitad de camino, pasada la medianoche, aún no podíamos dormir y nosotros con Exequiel oíamos, de vez en cuando, algunos extraños ruidos muy agudos. Con mi compadre conversábamos de temas gremiales muy trascendentes, mientras nuestras esposas hablaban de temas con los que tenían que avenirse todos los días, la mantención de la casa, las correcciones de las pruebas de los alumnos, etc. Entonces ellas no se molestaban tanto como nosotros dos con Exequiel, que en el fondo no nos sentíamos bien con los continuados coletazos que daba el tren moviendo amenazadoramente estos últimos carros, lo que no nos dejaba concentrarnos en nuestros importantes análisis. De repente yo le digo a Exequiel -¿sientes este nuevo ruido tan extraño?- Y en primera instancia Exequiel me dice que guarde silencio y él se concentra, se pone en alerta y me acota, -sí, siento algo raro-. Y yo le vuelvo a afirmar, -esto es algo más que raro, es algo muy grave, puede hacer saltar las ruedas y así originar aquí un accidente de grandes proporciones que se convierta en un descarrilamiento-. Y entonces me dijo Exequiel. -¡Esto hay que arreglarlo compadre, primero hay que pedirle el apoyo a las masas!- Luego de esto haciéndole caso a mi compadre me paré arriba del asiento, ante el asombro de nuestras dos consortes y luego yo comencé a hablar en voz muy alta, casi gritando. -¡Atención, atención, escuchen! Hay un ruido aparentemente insignificante que viene molestando hace rato, pero este chirrido que ustedes escuchan no es normal. Yo quiero plantearle este problema al conductor y deseo hacerlo en nombre de todos nosotros, a raíz de que en este coche peligramos y vamos corriendo todos mucho riesgo de un accidente. Si alguien no está de acuerdo con esto, que levante la mano y manifieste por qué no quiere que hagamos la protesta a nombre de todo el coche-. Y toma la palabra mi compadre Exequiel el Temible y haciéndose un poco el desconocido conmigo dice: -el profesor Buholzer tiene toda la razón, hay que protestar antes que sea tarde-. En aquel momento yo me sentí apoyado y comencé a moverme en busca del conductor. Y como después de un rato no lo veía aparecer, miré para todos lados y me di cuenta que veníamos sentados muy cerca de una pequeña vitrina que tenía escrito, emergencia. Quise abrirla y en primera instancia no pude, ya que ésta estaba preparada para abrirse dándole un golpecito al vidrio y como yo seguía haciendo más fuerza se rompió el vidrio muy fino que cubría la vitrina, donde se encontraba una pequeña palanca. Tomé de inmediato la palanca de emergencia y la tiré muy fuerte. Como consecuencia de esto el tren paró estrepitosamente, haciendo caer al suelo de los pasillos algunas de las maletas que había arriba en las repisas portamaletas. ¡Quedaron pues muchas maletas fuera de su lugar, en casi todos los coches del largo tren!”

“Corrían por los pasillos el conductor con su ayudante y además un grupo de auxiliares que atendían a los pasajeros en el tren. Todo este equipo venía examinando las vitrinitas de emergencia en todos los coches hasta llegar al nuestro. Aquí vino la pregunta del conductor, -¿quién tiró esta palanca de emergencia?- Le respondí que yo fui el que había movido la palanca y que lo hice en nombre de todos los pasajeros que venían muy molestos en este carro por los insólitos ruidos y por los brincos del tren. Quedaron el conductor y sus auxiliares más tranquilos, porque descubrieron quien la había tirado, pero estaba claro que yo lo había realizado con la autorización de todos los del coche. Luego le expliqué que las razones de tomar esta determinación fue debido a los ruidos y a los brincos y agregándole que no lo hacía solo, sino que todas las personas del coche venían alarmadas por los extraños rechinamientos. Acto seguido el conductor me grita muy enojado, -¿ha viajado usted alguna vez en un tren que no haga ruido y que no se zarandee?- La respuesta apareció 50 años después en este tren ICE en Alemania. Terminada la explicación que yo le daba al conductor se metió mi cumpa Exequiel a decir, -el profesor tiene toda la razón, se sentían aquí unos ruidos, coletazos y otros fuertes movimientos-. Y continuó mi compadre afirmando, -de aquí no permitiremos que el tren continúe sin que antes se haga una exhaustiva revisión de la parte baja de este coche-.”

“A falta de especialistas y por encontrarnos lejos de los talleres ferroviarios o casas de máquinas, la revisión del coche fue realizada por el maquinista de nuestro tren y por su equipo de fogoneros, que terminaron por preguntarnos a nosotros, que cómo eran los ruidos, porque no encontraron ellos al revisar la parte baja del coche ninguna falla. Repetimos lo mismo que le habíamos dicho al altanero conductor. De repente el comprensivo maquinista dijo, -estas son las fallas de la empresa Krupp que anuncian ya la decadencia del capitalismo- y agregó, -entonces debe haberse pegado de nuevo algún freno, ahora ¿cuál freno es? No hay otra solución que no sea la de sacarle los frenos a todas las ruedas de este coche y dijo, ¡a trabajar...!- Después de esta orden todos los ayudantes bajaron a trabajar a las ruedas del tren, portando gruesas y grandes llaves inglesas para sacarle todas las estructuras metálicas que aprietan las balatas. Y empezaron a tirar todos estos trastos de hierros, o sea, pernos, tuercas y tornillos a los pasillos de nuestro elegante coche.”

“Una hora después estábamos de nuevo con el tren en marcha y éste arrastrando a nuestro coche que ahora iba sin frenos. Pero lo curioso es que teníamos el palpito, Exequiel y yo que algo no caminaba en orden, los ruidos realmente habían disminuido y entonces sorpresivamente mi compadre me dice al oído, - este es el ruido normal, pero de todas maneras vamos en un serio peligro compadre, esto es un nuevo riesgo de una catástrofe. ¡Avanzamos rápido como una flecha que no tiene como detenerse! Cuando frene el tren nosotros, por no llevar frenos, chocaremos seguramente con el coche que va adelante y esto si que será otro grave problema-. Yo creo compadre que como vamos en el penúltimo coche y el último coche lleva frenos entonces este peligro se aminorará.”

“El conductor vino muy molesto a discutir nuevamente con nosotros al coche y en una de esas Exequiel lo tutea y le dice, -¡que te quejai..., vas a llegar con unas horas de atraso y por las horas extras te van a pagar el doble!- El conductor muy fastidiado le respondió también con gruesas palabras, -tiene que informarse mejor, usted es un ignorante..., a nosotros los conductores no se nos paga horas extras, a los que se les paga horas extras es al resto del personal del tren. ¡A ustedes dos esta detención del tren les va a costar millones!- Y mirándonos nos habló por primera vez en plural a los dos con Exequiel. El ayudante nos dijo, -el conductor está muy molesto-. Le acotamos que los que vamos realmente molestos somos nosotros.”

Así continuamos con nuestro coche sin freno hasta la estación de San Rosendo, desde aquí partía el ramal hacia Concepción. En San Rosendo tuvimos una nueva amenaza del conductor que dijo: -este coche va a quedar aquí, no en la estación, sino que en esta línea de estacionamiento y les advierto que estamos a 300 metros de la estación. Deben dejar solo este coche en el que viajan y trasladarse de inmediato a estos otros coches vecinos-. Una vez que se fue el conductor, Exequiel sacó un montón de argumentos y le dijo a la gente que si nos trasladábamos a los coches vecinos no nos respetarían nuestras reservas de asiento y que por lo tanto debían colocarnos un nuevo coche en reemplazo del que llevábamos. -¡Entonces sería mejor que nadie se mueva de aquí!- Luego vinieron con una locomotora especial y sacaron el coche de atrás. Enseguida desengancharon nuestro coche de la parte delantera del tren y se la llevaron también a la estación. Nosotros volvimos a arengar, -es bueno que ninguno de ustedes se mueva de aquí-. Con mi compadre quedamos tranquilos, ya que parecía que el resto de los pasajeros del carro estaba totalmente de acuerdo con esta sabia determinación.”

“Como ya estaba programado por el conductor, unieron los carros que iban delante de nosotros con el que quedaba atrás, los ensamblaron y estacionaron el tren, sin nuestro coche, en la estación de San Rosendo. Llevábamos ya más de tres horas de retraso, estábamos aún en San Rosendo a las 9 de la mañana cuando a esa hora debíamos haber llegado ya a Temuco. El tren amenazaba en la estación con irse, piteaba y piteaba a 300 metros de distancia de nosotros. De repente apareció un súper líder diciéndole a los del coche, -no les hagan caso a estos profesores, debemos irnos todos de inmediato al tren que está esperándonos en la estación, éste se va a ir de todas maneras sin nosotros, ya que la inmensa mayoría de los pasajeros va en los otros 9 coches-. Partieron todos con sus maletas siguiendo al traidor en una vergonzosa procesión; solamente quedamos los dos matrimonios en el coche que acababa de quedar vacío y con el pasillo lleno de hierros. De repente vemos que nuestras dos cónyuges cuchicheaban y sin decirnos ni una palabra, sorpresivamente toman unos paquetes y unos bolsos y se van. Quedamos solos mi compadre y yo mirándonos y regañando ahora contra nuestras mujeres hasta que ellas llegaron a la otra parte del tren, entonces el maquinista presionado por el conductor tomó la palanquita del pito y empezó a hacerlo pitear como un condenado. Al vernos sin el apoyo femenino decidimos tomar dos pesadas maletas cada uno y partimos caminando lentamente hasta la estación.”

“Para no quedar con la vergüenza del derrotado, una vez que llegamos a la estación, nos fuimos derecho al libro de reclamos y allí hicimos ver que éramos personas con alta representación y grandes pergaminos y que por supuesto protestábamos muy seriamente. Nos explayamos escribiendo una hoja del libro de reclamos cada uno. Mientras escribíamos Exequiel me decía, -no te preocupes de los pitazos, tienen que esperarnos, si no lo hacen les va a ir muy mal-. Después supimos que las únicas que hacían realmente que el tren no se fuera eran Marta y María, ellas habían logrado que el maquinista, que era también un convencido de la gravedad de la falla de los frenos, se revelara contra las insistentes órdenes, de poner en marcha el tren, que seguía entregando el conductor.”

“Como a duras penas llegamos a la estación con las grandes maletas, yo le pedía calma a mi compadre, Exequiel el Temible, quien buscaba desesperadamente a María, su mujer, para llamarle la atención... Y entonces llega el maquinista acompañado de nuestras dos mujeres, dándonos una muy buena impresión y diciendo, -disculpen, los pitazos fueron obra del conductor suplente que quiere hacer méritos para que lo nombren de planta. Los felicito por sus esposas, estas señoras son un ejemplo de valentía, han enfrentado al conductor suplente y por eso no nos fuimos y hemos tenido la satisfacción de esperarlos-. Dio media vuelta y se fue a hacer partir su tren y apareció el conductor suplente gritando, -¡todos arriba como puedan, aquí ya no hay mas reserva de asiento!- Nos tuvimos que ir las 3 horas de viaje de San Rosendo a Temuco, tal como los otros pasajeros que venían en nuestro coche, sentados sobre las maletas y en los pasillos de los otros carros.”

“Y meses después, del accidentado viaje de la vuelta de Santiago, nos encontramos en una reunión de la CUT con el maquinista del tren expreso y él nos contó que el escándalo que formamos sirvió finalmente para arreglar las continuas panas del expreso. Y dijo -estas dificultades eran las que atrasaban permanentemente el horario del expreso y este atraso era producido porque el juego de frenos no resistía la enorme velocidad, de casi 70 kilómetros por hora, que tomaba el tren-. El maquinista nos felicitó de nuevo por nuestra sensibilidad y preocupación por alentar a las masas frente a este grave problema que ahora se había finalmente solucionado. Le dijimos que estábamos convencidos que nuestras mujeres eran las que realmente habían hecho un buen trabajo, ya que cuando se fueron de nuestro lado, dejándonos solos en el coche, lo hicieron para abordarlo a él mismo, porque habían descubierto que él había dicho en un momento, -estas son fallas del capitalismo decadente- y por lo tanto concluyeron de que usted era un hombre de izquierda. Ellas le ayudaron además a que usted le torciera la mano al suplente del conductor y el tren no partió hasta que estuvimos todos nosotros arriba.”

Conclusión de Aída y Raúl:
Pasaron 50 años y miren ustedes, ¡que balance!
1.-En el tren expreso Flecha cuando te servías café mientras el tren estaba en movimiento desparramabas la mitad de tu taza de líquido por todos tus alrededores. De Colonia al Aeropuerto de Frankfurt nos hemos servido una taza de café que llenamos hasta el borde y no se nos ha caído ni una sola gota al suelo alfombrado.
2.-De 50 Km por hora de velocidad promedio del tren “Flecha”nos hemos saltado a 307 Km por hora en el ICE, que lleva un promedio de 300 Km por hora.
3.-Las vías de los ferrocarriles de hace 50 años estaban formadas por trozos de rieles haciendo el característico tacatác-tacatác-tacatác y 50 años después aquí en Alemania hemos viajado en un riel continuo que dicen que ya tiene 700 Km de largo.
4.-Los trencitos de antes podían abrir sus ventanas, pero nos llenábamos de humo los pulmones y lo peor era que nos enfriábamos hasta los huesos. Ahora en Europa todos los tipos de trenes ICE son absolutamente compactos y con aire acondicionado.
5.- Los ferrocarriles son el gran vínculo entre los países y esto implica atravesar fronteras, pasar aduanas, etc. En Europa el paso de los trenes y el avance de la tecnología de las comunicaciones obliga a terminar con las odiosas fronteras, esto contribuye a que se extienda cada vez más la Unión Europea. En Latinoamérica un arcaico nacionalismo no hace más que plantear problemas de ridículos límites fronterizos y esto hace que se amenacen continuamente algunos países.
6.- Mientras que en Chile, en el pasado, algunos ignorantes del progreso creyeron que con buses y camiones se podían eliminar los trenes y sus ramales, aquí en Europa se siguen alfombrando de rieles todos los países y uniéndolos con cómodos trenes de más de 300 Km por hora.

Nota:
foto 1: 1961 María y Marta, Temuco.

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