Historia narrada en agosto del 2006 por Cecilia Doggenweiler A.
Para dar así cumplimiento a mi promesa de escribir una curiosa historia una vez a la semana, he seleccionado, de entre varios borradores de anécdotas e historias jocosas, una muy interesante. Lo que contaré esta semana es algo que comenzó a suceder hace 64 años. La increíble memoria de ambos protagonistas y sobre todo los sabrosos recuerdos que ella encierra no los ha podido destruir el paso inexorable del tiempo.
Según me dijo Raulito, él estuvo en un internado durante 6 años y sus 40 compañeros de curso eran también de ese internado y como curso tuvieron una historia admirable. Ellos abordaron y solucionaron unitariamente temas muy delicados atingentes a la moral que debían llevar los funcionarios que tenían que ver con el Internado. Esta fue la circunstancia que motivó a que todos los integrantes del curso llegaran a estimarse y a cuidarse como si fueran hermanos. Raúl me siguió contando.
“Los compañeros de nuestro curso nos habíamos propuesto juntarnos de nuevo dentro de relativamente muy poco tiempo. Nos encontraríamos solamente diez años después del momento de la solemne despedida del Liceo de Hombres de Temuco, ahora Liceo Pablo Neruda. El compromiso contraído incluía varias cosas, entre ellas seguir haciendo el encuentro sin falta en cada nueva década”. Raúl siguió contándome, “que a causa de las desconocidas vicisitudes de la vida, nuestra enfática promesa desgraciadamente no pudo cumplirse. Y siguió muy emocionado en su narración, “no conocíamos bien lo que nos deparaba el cercano futuro: estudiar, trabajar, casarse, tener hijos, tener nietos, y además las otras partes muy poco agradables: tener que pagar periódicamente las interminables letras del auto, etc...”
“Nuestro nuevo universo fue muy otro que el de estar esperando los días martes a la hora de almuerzo en el internado la rica y calientita empanada de horno, ordenada a hacer por el ecónomo Jofré. Nunca me pude explicar cómo Arturito, teniendo el mismo apellido, no conseguía doble ración de empanadas, parece que mi amigo fue siempre poco entrador. Éramos 200 alumnos internos y por supuesto se hacían 200 empanadas, pero solamente los 100 internos ganadores comían 2 empanadas cada uno. Era una costumbre clásica que el lunes cada una de las 22 mesas, con sus respectivos 9 comensales, desafiaba a jugar al fútbol a otra mesa apostando rimbombantemente la empanada del martes”.
“Una vez Miguel Stuart estuvo a punto de perder su trofeo de comerse aparte de su propia empanada otra, cuando los adversarios perdedores vinieron a informarle que su novia lo esperaba por algo urgente en la portería fuera del comedor. Él se fue y ellos quisieron llevarse las dos empanadas. Lo logramos impedir. La verdad es que Miguelito no tenía una novia, sino que una hermana linda como un bombón; él decía que era su novia como una táctica para evitar que lo molestaran diciéndole cuñado. Este era un secreto que habíamos descubierto Hernán Muñoz y yo, después de hacer este descubrimiento ambos nos interesamos por conquistarla. Pero en esos años éramos de los que hacíamos mucho ruido y obteníamos pocas nueces. Miguelito salió del Liceo y fue un excelente estudiante de Leyes. Fue Profesor de su especialidad en la Educación Secundaria y paralelamente fue y es un investigador del origen de las razas de los pueblos primitivos. Con su casa rodante investigando recorrió Chile y Perú de punta a cabo. Hernán quiso mucho a Arturito y fue siempre un gran amigo de Miguelito. Conmigo lleva ya una amistad sostenida durante 64 años, es mi compadre siendo padrino de mi hija.
“Recién ahora en agosto del 2006 por medio de Miguelito supe el teléfono y la dirección electrónica de mi amigo Arturo Jofré, le envié de inmediato un e-mail con fotografías y luego lo llamé por teléfono desde Alemania. Lo trascendente es que esto lo hacía desde otro Hemisferio y, además, ¡58 años después de despedirnos de Arturito en el Liceo de Hombres de Temuco! Con las fotos que le envié él cambió la imagen que tenía de mí por una con bigotes blancos, bailando con Cecilia y en otra foto rodeado de 2 hijos, nuera y 5 nietos; cachiporreóse el perla de Concepción al teléfono que él no tenía solamente 5, sino que 7 nietos”.
“Me siguió contando por teléfono que, cuando salió del Liceo, había pasado de medir 158 cm. a más de 170 cm. de altura, o sea, que de ser el más chico del curso al cumplir sus 17 años había seguido creciendo... Mi amigo me dejó intrigado, porque me dijo, que después de salir del Liceo había seguido creciendo, pero no me especificó hasta cuándo... En todo caso no creo que esto le haya sucedido hasta los 75. Desgraciadamente es muy normal que después de los 60 años empecemos a decrecer de estatura y de esto él no me dijo nada. Es impensable que mi amigo esté ahora desafiando la inexorable atracción de gravedad y siga creciendo. Los internos nos conocíamos muchísimo desde el comienzo de la juventud, por lo tanto con Arturito habíamos vivido juntos en el Internado desde cuando él tenía once años hasta que cumplió los 17, en ese entonces yo cumplía los 19 años de edad. Arturito creció lentamente pero en forma continuada, los demás integrantes del curso dimos unos saltos en nuestro crecimiento y él quedó como el pequeño y querido Arturito, todos lo estimábamos como si fuera nuestro hermano menor. Después del término de estudio secundario, ninguno de nosotros cambió sustancialmente su estatura y Arturito como un mago de la medicina en la Universidad se las arregló para no dejar de crecer, lenta pero inexorablemente”.
“En este reciente reencuentro telefónico él me recordó hechos que al conversar me parecía que eran sólo de ayer y no de un tiempo tan lejano, de más de seis décadas. Esto vino a corroborar la enorme cantidad de miles de millones de instancias que tenemos acumuladas en nuestro cerebro. Me asombré de que la capacidad de este increíble depósito sea tan enorme, luego pensé que todo puede suceder, y me lo expliqué porque es sabido que seguimos creciendo siempre en la información acumulada en nuestro plato duro de capacidad casi infinita. Las células cerebrales son inmortales e inagotables para seguir recibiendo información, son como una especie de acumulador de memoria ideal”.
“Como supe después de unos años, Arturito entró a la Escuela de Medicina a estudiar Odontología y quedó trabajando como profesor catedrático allí mismo en la Escuela de Medicina. No era muy extraño, ya que yo estudié en el mismo Liceo donde posteriormente fui profesor por muchos años. Parece que en nosotros influyó la historia que nos contó el Profesor de Matemáticas, Juan Hernández, quien en una de sus clases dijo que el filósofo alemán Immanuel Kant, autor de la Teoría del Origen del Sistema Planetario, en la que se afirma, que el Sol y los planetas eran primitivamente una gran masa incandescente de gas que rotaba en torno a un centro común y de ahí que en su periferia se formaron todos los planetas con su curioso movimiento en la misma dirección, tanto orbital, como de rotación. Lo notable de Kant fue que nació, se educó, trabajó y murió en su misma ciudad alemana de Königsberg sin salir jamás, ni siquiera a otra ciudad vecina a la que se podía ir a pié situada a un par de kilómetros de distancia. A Arturito, a Miguelito, a Hernán y lo mismo que a mí, quizás nos hubiese pasado algo parecido de no mediar otra circunstancia. Seguimos siendo fanáticos estudiosos dándole una desmesurada importancia sobre todo al estudio en el escritorio. Hernán volvió a obtener un título universitario paramédico después de haber cumplido los 75 años, sus nuevos compañeros de estudio lo bautizaron como el Viejo Choro”.
Nota de la redacción:
Raulito se encuentra jubilado de la Universidad de Santiago y dedicado a escribir, está orgulloso de haber conservado 64 años a sus buenos amigos y casi hermanos de la infancia, Miguelito, Hernán y Arturito. Después de estar sin la agradable comunicación colectiva casi 60 años, los cuatro amigos, ahora cibernautas, se han juntado en el ciberespacio con estas mágicas palabras:
ArturoJofre@xx.com
VilcunStuart@xx.com
HernanLicanray@xx.com
RaulBuholzer@xx.com
Nota:
foto 1: 2003.05.16 Raúl y Miguel Stuart en Viña del mar
foto 2: 2006.03.29 Yenny Buholzer y Hernán Munoz A. en LicánRay.
Para dar así cumplimiento a mi promesa de escribir una curiosa historia una vez a la semana, he seleccionado, de entre varios borradores de anécdotas e historias jocosas, una muy interesante. Lo que contaré esta semana es algo que comenzó a suceder hace 64 años. La increíble memoria de ambos protagonistas y sobre todo los sabrosos recuerdos que ella encierra no los ha podido destruir el paso inexorable del tiempo.
Según me dijo Raulito, él estuvo en un internado durante 6 años y sus 40 compañeros de curso eran también de ese internado y como curso tuvieron una historia admirable. Ellos abordaron y solucionaron unitariamente temas muy delicados atingentes a la moral que debían llevar los funcionarios que tenían que ver con el Internado. Esta fue la circunstancia que motivó a que todos los integrantes del curso llegaran a estimarse y a cuidarse como si fueran hermanos. Raúl me siguió contando.
“Los compañeros de nuestro curso nos habíamos propuesto juntarnos de nuevo dentro de relativamente muy poco tiempo. Nos encontraríamos solamente diez años después del momento de la solemne despedida del Liceo de Hombres de Temuco, ahora Liceo Pablo Neruda. El compromiso contraído incluía varias cosas, entre ellas seguir haciendo el encuentro sin falta en cada nueva década”. Raúl siguió contándome, “que a causa de las desconocidas vicisitudes de la vida, nuestra enfática promesa desgraciadamente no pudo cumplirse. Y siguió muy emocionado en su narración, “no conocíamos bien lo que nos deparaba el cercano futuro: estudiar, trabajar, casarse, tener hijos, tener nietos, y además las otras partes muy poco agradables: tener que pagar periódicamente las interminables letras del auto, etc...”
“Nuestro nuevo universo fue muy otro que el de estar esperando los días martes a la hora de almuerzo en el internado la rica y calientita empanada de horno, ordenada a hacer por el ecónomo Jofré. Nunca me pude explicar cómo Arturito, teniendo el mismo apellido, no conseguía doble ración de empanadas, parece que mi amigo fue siempre poco entrador. Éramos 200 alumnos internos y por supuesto se hacían 200 empanadas, pero solamente los 100 internos ganadores comían 2 empanadas cada uno. Era una costumbre clásica que el lunes cada una de las 22 mesas, con sus respectivos 9 comensales, desafiaba a jugar al fútbol a otra mesa apostando rimbombantemente la empanada del martes”.
“Una vez Miguel Stuart estuvo a punto de perder su trofeo de comerse aparte de su propia empanada otra, cuando los adversarios perdedores vinieron a informarle que su novia lo esperaba por algo urgente en la portería fuera del comedor. Él se fue y ellos quisieron llevarse las dos empanadas. Lo logramos impedir. La verdad es que Miguelito no tenía una novia, sino que una hermana linda como un bombón; él decía que era su novia como una táctica para evitar que lo molestaran diciéndole cuñado. Este era un secreto que habíamos descubierto Hernán Muñoz y yo, después de hacer este descubrimiento ambos nos interesamos por conquistarla. Pero en esos años éramos de los que hacíamos mucho ruido y obteníamos pocas nueces. Miguelito salió del Liceo y fue un excelente estudiante de Leyes. Fue Profesor de su especialidad en la Educación Secundaria y paralelamente fue y es un investigador del origen de las razas de los pueblos primitivos. Con su casa rodante investigando recorrió Chile y Perú de punta a cabo. Hernán quiso mucho a Arturito y fue siempre un gran amigo de Miguelito. Conmigo lleva ya una amistad sostenida durante 64 años, es mi compadre siendo padrino de mi hija.
“Recién ahora en agosto del 2006 por medio de Miguelito supe el teléfono y la dirección electrónica de mi amigo Arturo Jofré, le envié de inmediato un e-mail con fotografías y luego lo llamé por teléfono desde Alemania. Lo trascendente es que esto lo hacía desde otro Hemisferio y, además, ¡58 años después de despedirnos de Arturito en el Liceo de Hombres de Temuco! Con las fotos que le envié él cambió la imagen que tenía de mí por una con bigotes blancos, bailando con Cecilia y en otra foto rodeado de 2 hijos, nuera y 5 nietos; cachiporreóse el perla de Concepción al teléfono que él no tenía solamente 5, sino que 7 nietos”.
“Me siguió contando por teléfono que, cuando salió del Liceo, había pasado de medir 158 cm. a más de 170 cm. de altura, o sea, que de ser el más chico del curso al cumplir sus 17 años había seguido creciendo... Mi amigo me dejó intrigado, porque me dijo, que después de salir del Liceo había seguido creciendo, pero no me especificó hasta cuándo... En todo caso no creo que esto le haya sucedido hasta los 75. Desgraciadamente es muy normal que después de los 60 años empecemos a decrecer de estatura y de esto él no me dijo nada. Es impensable que mi amigo esté ahora desafiando la inexorable atracción de gravedad y siga creciendo. Los internos nos conocíamos muchísimo desde el comienzo de la juventud, por lo tanto con Arturito habíamos vivido juntos en el Internado desde cuando él tenía once años hasta que cumplió los 17, en ese entonces yo cumplía los 19 años de edad. Arturito creció lentamente pero en forma continuada, los demás integrantes del curso dimos unos saltos en nuestro crecimiento y él quedó como el pequeño y querido Arturito, todos lo estimábamos como si fuera nuestro hermano menor. Después del término de estudio secundario, ninguno de nosotros cambió sustancialmente su estatura y Arturito como un mago de la medicina en la Universidad se las arregló para no dejar de crecer, lenta pero inexorablemente”.
“En este reciente reencuentro telefónico él me recordó hechos que al conversar me parecía que eran sólo de ayer y no de un tiempo tan lejano, de más de seis décadas. Esto vino a corroborar la enorme cantidad de miles de millones de instancias que tenemos acumuladas en nuestro cerebro. Me asombré de que la capacidad de este increíble depósito sea tan enorme, luego pensé que todo puede suceder, y me lo expliqué porque es sabido que seguimos creciendo siempre en la información acumulada en nuestro plato duro de capacidad casi infinita. Las células cerebrales son inmortales e inagotables para seguir recibiendo información, son como una especie de acumulador de memoria ideal”.
“Como supe después de unos años, Arturito entró a la Escuela de Medicina a estudiar Odontología y quedó trabajando como profesor catedrático allí mismo en la Escuela de Medicina. No era muy extraño, ya que yo estudié en el mismo Liceo donde posteriormente fui profesor por muchos años. Parece que en nosotros influyó la historia que nos contó el Profesor de Matemáticas, Juan Hernández, quien en una de sus clases dijo que el filósofo alemán Immanuel Kant, autor de la Teoría del Origen del Sistema Planetario, en la que se afirma, que el Sol y los planetas eran primitivamente una gran masa incandescente de gas que rotaba en torno a un centro común y de ahí que en su periferia se formaron todos los planetas con su curioso movimiento en la misma dirección, tanto orbital, como de rotación. Lo notable de Kant fue que nació, se educó, trabajó y murió en su misma ciudad alemana de Königsberg sin salir jamás, ni siquiera a otra ciudad vecina a la que se podía ir a pié situada a un par de kilómetros de distancia. A Arturito, a Miguelito, a Hernán y lo mismo que a mí, quizás nos hubiese pasado algo parecido de no mediar otra circunstancia. Seguimos siendo fanáticos estudiosos dándole una desmesurada importancia sobre todo al estudio en el escritorio. Hernán volvió a obtener un título universitario paramédico después de haber cumplido los 75 años, sus nuevos compañeros de estudio lo bautizaron como el Viejo Choro”.
Nota de la redacción:
Raulito se encuentra jubilado de la Universidad de Santiago y dedicado a escribir, está orgulloso de haber conservado 64 años a sus buenos amigos y casi hermanos de la infancia, Miguelito, Hernán y Arturito. Después de estar sin la agradable comunicación colectiva casi 60 años, los cuatro amigos, ahora cibernautas, se han juntado en el ciberespacio con estas mágicas palabras:
ArturoJofre@xx.com
VilcunStuart@xx.com
HernanLicanray@xx.com
RaulBuholzer@xx.com
Nota:
foto 1: 2003.05.16 Raúl y Miguel Stuart en Viña del mar
foto 2: 2006.03.29 Yenny Buholzer y Hernán Munoz A. en LicánRay.