viernes, 20 de julio de 2007

“NERUDA y TEMUCO en las memorias de Raúl Buholzer”

Acontecimientos relatados por Cecilia Doggenweiler A.

Raúl Buholzer tiene una enorme capacidad para guardar en su memoria vivencias de recuerdos agradables. Esta es una capacidad casi infinita, allí hay una cantidad formidable de recordaciones y algunas le son muy favoritas. Su memoria tiene, por supuesto, la misma enorme capacidad que la de todas las personas mentalmente sanas. Sus variadas vivencias y su vida optimista, que ya va bordeando los ochenta años, le han permitido enriquecer sus memorias, son una cantera interminable de interesantes y variados recuerdos. Él estuvo en contacto personal con muchos de los más prominentes personajes chilenos: Salvador Allende, César Godoy Urrutia, Pablo Neruda, Francisco Coloane, Alfonso Calderón Squadritto, ...

Raúl me contó que a Neruda lo quieren en Temuco de una manera muy especial, ya que por lo que él escribió se ha conocido a Temuco, en casi todos los rincones de la Tierra. Neruda reinstaló históricamente, ante el mundo, a nuestra ciudad como una especie de metrópoli o capital del heroico pueblo mapuche. El Vate es como un símbolo, no sólo de Chile, sino también, de su ciudad. Neruda llegó con su padre y su madrastra cuando tenía solamente dos años a Temuco e hizo toda su formación escolar hasta el sexto año de humanidades en esta localidad. Mientras estuvo estudiando en Santiago, o como Cónsul en tres países asiáticos, o en Europa, o bien en México siguió en permanente contacto con Temuco. Normalmente su contacto principal era con la familia de su primo Reyes que vivían en las cercanías de la casa donde residió don José padre del poeta y su hermano con su hermana. Pablo es uno de los poetas universales que defendió a los desamparados, sin claudicar jamás. Para los poetas de todo el mundo fue un Vate ejemplar. Para los chilenos fue un auténtico apasionado poeta temuquense de la araucanía, un bohemio viajero y heraldo de los grandes poetas del mundo. Por esto le he pedido a Raúl que les cuente textualmente algo relacionado con este cariño de toda una ciudad por un grandioso, admirable e histórico personaje.

“A Neruda en Temuco lo seguimos queriendo, él es nuestro paradigma o modelo, es pues un poeta por antonomasia. Seguimos y seguirán recordándolo con enorme cariño por su noble vida, sus poemas y su profundo amor a la democracia. Neftalí nació en Parral en el año 1904 y dos años después en el 1906 su padre don José Reyes y toda su familia se trasladaron a vivir a Temuco. La madre de Neftalí murió en Parral, meses después del nacimiento de Neftalí. Su padre se casó de nuevo y su madrastra Trinidad Candia lo cuidó tan cariñosamente como si fuera su propio hijo. Don José fue en Temuco conductor de un tren de cargas lastrero, es decir que llevaba constantemente piedras para reponer las vías deterioradas por las constantes lluvias del sur de Chile. Neftalí Reyes tuvo dos hermanos Laura y Rodolfo, él vivió su infancia, adolescencia y juventud en Temuco. En el año 1920 pasó a llamarse como poeta Pablo Neruda. Como Neruda formaba parte de la familia Reyes, que vivía a cien metros de la casa de mi madre en la calle Matta de Temuco, algunos miembros de mi familia, Buholzer Matamala, conocían muy bien al poeta como el primo del señor Reyes dueño de la panadería de la calle Matta. Asimismo; cuando yo era un niño, Neruda era para mi una persona conocida; decían que había llegado recién de España. Él trajo un barco desde Europa lleno de personas para que se asilaran en Chile. Por la guerra civil que acababa de terminar estaban condenados a morir, eran republicanos españoles y les había salvado la vida a ellos y a sus familias o sea a miles de españoles. Le vi muchas veces en sus viajes que hacía a la ciudad de Temuco, ya que éramos vecinos cercanos de sus parientes donde él se hospedaba, en la calle Matta. Yo me lucía jugando con mis patines frente a él y a otras personas que transitaban en la calle, hacía piruetas en los frontis de mi casa, en la de mis vecinos y por supuesto frente a la casa de los parientes del poeta. Dos tías solteras aún que vivían en la casa de mi Madre tenían alrededor de la edad de Pablo y las escuché más de una vez hablar de que había llegado de España el valeroso sobrino del dueño de la panadería. A la heroica hazaña de la traída a Chile de un barco lleno de emigrantes españoles, aún yo no tenía la edad para sentirme conmovido. Me dijeron que era obra de Neruda y del actual presidente Don Pedro Aguirre Cerda. Mi tía Luisa me dijo que cuando fue candidato a presidente mi padre lo invitó a él y su comitiva a Los Laureles, allí Don Pedro me había hecho muchos cariños. Toda esta hermosa historia no la tomaba muy en cuenta como la tomo ahora. A mí, en la infancia, me interesaba como primera instancia solamente andar en patines. Jugaba en los recreos, después de servirme onces y en el atardecer. Todo mi mundo era jugar, terminaba el día jugando en las clásicas rondas infantiles de la calle Matta de mi barrio. Allí la mayor parte de los juegos eran imitando parte de la vida de los mayores. Si no sabíamos hacerlo bien en los juegos, debíamos pagar una penitencia y el castigo que me tocó a veces consistía en tener que hacer el ensayo de pedirle a una chica del barrio que me acepte como novio y luego debía pedirle a sus padres casarme con ella”.

“Yo conocí a Neruda como hombre de pensamientos profundos por primera vez cuando el río Cautín inundó gran parte de las riveras alrededor de Temuco. Durante muchos años, por tener las mismas ideas filosóficas y ser partícipes activos en las nuevas circunstancias políticas tuvimos unas relaciones más cercanas. Estos acontecimientos ayudaron a conocernos más profundamente, yo le decía muchas veces en broma, este es el nuevo mundo de la ciencia y la poesía y él me repetía, el nuevo mundo de la poesía y la ciencia. Nos separaba una diferencia de edad de veinticinco años, pero algo nos unía férreamente. Haciendo memoria desde mi niñez, nuestra relación de simples vecinos fue creciendo y sorpresivamente por la inundación del río, por el caballo de la talabartería y otro sinnúmero de acontecimientos nos dimos cuenta que nos debíamos una especie de amistad por varios años. Yo era de otra generación, pero se unía mi amistad con Neruda por, a lo menos, seis circunstancias, tanto geográficas como políticas: Por vivir en el mismo barrio, por ser ex alumnos del mismo Liceo de Hombres de Temuco, por ser yo profesor del colegio que años antes lo formó, por ser yo uno de los gestores de la fundación de la Biblioteca Pablo Neruda del mismo Liceo, por ser profesor de sus sobrinos y asimismo además por compartir iguales ideas políticas. Creo que seguramente fue Neruda quien me dio el primer empujón virtual, cuando yo tenía diez años, lo que me convenció sin dejarme duda alguna que todos los seres humanos somos iguales. Él me explicó que no tenía protección alguna el pobre campesino, que en ese invierno ambos vimos que se lo llevaba con casa y todo la corriente del río Cautín. Él sobre el techo de su casa no soltaba un cerdo, seguramente su única fortuna. Agregó Neruda, que -Ese campesino mapuche como todos los demás, es tratado y discriminado como si no fuera un chileno-. Me aseguró que nadie indemnizaría al campesino por el desastre que le había originado en su vida la nueva salida de su cause del río Cautín”.

“Lo que él me dijo se sumó a lo que otros me dijeron y a lo que yo aprendí de algunos libros. Ahora soy un convencido que todos los seres humanos somos maravillosos por poseer nuestra asombrosa razón. Esta nueva mente en su simbiosis con los chips y los computadores se está haciendo omnipotente. Es triste, que nosotros como seres racionales, estemos viviendo solitarios en este enorme universo infinito. El conjunto de todos los seres humanos es lamentablemente un número insignificante frente al cosmos infinito. Pero observando nuestra situación de otra perspectiva, por tener la extraordinaria e insólita facultad de razonar somos cósmicamente unos gigantes muy valiosos. Felizmente, además, somos genéticamente iguales a los anteriores Homo Sapiens-sapiens e iguales a los del año 2006, que eran seis mil quinientos millones y tenemos absolutamente los mismos genes de todos los seres humanos del 2007. Era solamente nuestra diferencia cultural la que nos separaba, con estos grupos de campesinos mapuches, como si fuéramos dos razas diferentes. Lo que le sucedía a estos campesinos era solamente no haber tenido la oportunidad de cultivar su mente en la dirección que nosotros lo habíamos realizado. Ellos desde muy niños dominaban dos idiomas, pero esto solo no les permitía integrarse totalmente con nosotros. Debían estudiar adquiriendo aún más cultura, saber más aún del pasado y del futuro de los seres humanos, además necesitaban hacerse profesionales. Esto, de no poderse hacer científicos o técnicos, no era un simple capricho o negligencia de ellos. Para terminar los estudios primarios se necesitaba invertir en un niño, una x cantidad de millones de pesos, para hacer los estudios secundarios dos veces x y para que se haga profesional, tres veces x. Si él no lograba entrar a la universidad estatal debería pagar otras dos veces x extras por el enorme costo de las universidades privadas. El niño que lograba escalar en Chile esta larga y costosa pirámide no era de ninguna manera un hijo de un modesto campesino”.

“Ahora que se descifró el genoma humano que llevamos en cada de una de nuestras células y entre otras cosas se determinó el número exacto de los genes en las células de cada persona, podemos apreciar que todos somos genéticamente exactamente iguales. Además hay genes absolutamente individuales para una función determinada, pero para otras funciones más complejas hay una asociación de estos genes. Se están resolviendo el número de aquellos genes que tienen que ver con la razón humana y también los genes que tienen que ver con la pasión, etcétera. A los incrédulos esperamos que las ciencias biológicas les seguirán demostrando, con nuevas evidencias, la fantástica igualdad genética objetiva con la que estamos todos afortunadamente formados. Felizmente muchos de nosotros ya teníamos estas ideas de que éramos todos maravillosamente iguales, conocemos las primeras demostraciones que lo confirman y cuando todos estemos convencidos de esta igualdad, estamos seguros que nos uniremos y nos confiaremos unos a los otros. Esta unidad nos conducirá a tener un nuevo mundo totalmente hermanado y por supuesto sin discriminaciones raciales”.

“Les cuento algo más de cómo querían y siguen queriendo a Neruda en Temuco. En un atardecer, en la ciudad de Temuco, pasaban y pasaban jóvenes en una interminable manifestación, si se les preguntaba a dónde iban, decían, a escribir algo muy importante al Cerro de Padre las Casas, mírelo a la nochecita. Su respuesta no era muy clara, ya que ellos querían dar una sorpresa. Algunos curiosos comentaban, y tantas personas para escribir. No se podían imaginar, o adivinar, qué podrían querer escribir esta cantidad de alrededor de mil jóvenes, una buena cantidad de ellos mapuches. Ellos se dirigían caminando en un festivo multitudinario grupo a uno de los cerros, que servía de límite natural a la ciudad de Temuco, llamado Cerro de Padre Las Casas. Decían que iban con la misión de escribir pero llevaban portando bajo el brazo, no un lápiz, sino una antorcha aún apagada. Cuando estábamos cenando, con Matilde y Neruda, en la casa de sus parientes Reyes, me avisaron por teléfono los jóvenes organizadores que ya estaba por comenzar la bienvenida que ellos le hacían al poeta de Temuco y tuve el honor de darle la sorpresa al Vate y decirle que saliéramos a mirar como se empezaba a iluminar el cerro. En sus faldas, los mil jóvenes, encendieron sus antorchas y con ellas escribieron con enormes letras, de más de cien metros de alto, solamente la palabra

N E R U D A

Allí volví a conocer la gran emoción del poeta, quien mientras miraba y durante algunos minutos más tarde aún no podía hablar. Muy poco tiempo después de este homenaje de luminarias en el cerro, fue nombrado honorable Embajador de Chile en Francia, poco después recibió el merecido premio Nobel de Literatura en 1971 y después de su fallecimiento nuestro Liceo de Hombres de Temuco, donde él se educó desde las preparatorias al sexto año de humanidades, pasó a llevar el nombre de Liceo Pablo Neruda de Temuco”.

Nota:
Foto 1: 2007 Temuco.

“El caballito de Raúl que apasionó enloquecidamente a Neruda”

Historia relatada por Cecilia Doggenweiler A.

Raúl y Luis eran hermanos casi del mismo porte, sin embargo Raúl era once meses mayor. Llamaba la atención al pueblo de Los Laureles que a Raúl y a Luis siendo tan niños los subiera a un viejo caballo blanco uno de los jóvenes que atendía labores pesadas en el negocio de su padre, tirando de sus riendas al manso caballo los paseara todos los días por las doce cuadras que comprendían el pueblo. Su padre, Alberto Buholzer, creía que esto de aprender a cabalgar era imprescindible para todos. Saber andar a caballo era como un artículo de primera necesidad. Su padre les regaló para la Pascua, entre otros juguetes típicos para esa edad, un caballito de madera a cada uno, es decir una cabeza de caballo con crines pegados y con un palo largo de escoba para montarlo. Con estos caballitos pasaron ambos hermanos un par de años jugando a topearse o haciendo carreras de caballo que hacían trastornar a todos los miembros de la casa. Y cuando topeaban por supuesto que uno de ellos quedaba aporreado y en el suelo, entonces se paraba e iba llorando a acusar a su cruel hermano a la mamá. Como la señora Clotilde, madre de los niños, quedó sorpresivamente viuda, y además nació su tercer hijo, se debió trasladar del pueblo de Los Laureles a la ciudad de Temuco. Este cambio de ciudad tuvo por objetivo poder educar mejor a los tres niños y además debido a que como recién había muerto trágicamente envenenado don Alberto el traslado a una ciudad más grande daba mayor seguridad para toda la familia. En Temuco los niños tendrían además otro familiar muy cercano, ya que vivía allí la abuela Rosa de Buholzer, madre de don Alberto. La señora Clotilde llegó a esta nueva ciudad como una viuda con dinero, es decir ella era una buena cliente para los estafadores. Con el cuento del tío, o sea mintiéndole, le vendieron una fábrica de sombreros, en un local fuera del mercado municipal. Un comerciante inescrupuloso le aseguró que podía usar ese local por décadas, pero resultó que le quedaban solamente unos meses de permiso municipal y debió cerrar sorpresivamente este pésimo negocio.

Ella tuvo, después en esta misma ciudad, un taller de modas con varias máquinas y operarias y normalmente necesitaba comprar casi todos los días muchísimos hilos, de tipos y colores diferentes. Raulito tenía en ese entonces ocho años y acostumbraba, en Temuco, a acompañar a su madre cada vez que salía de compras, lo que acontecía casi día por medio. Él recuerda que había tres lugares a lo menos donde él hacía un buen teatro, típico de un niño, para convencer a su mamá que entrara al negocio, a comprarle algo. Uno de los lugares era una confitería, allí se lanzaba siempre a indicar que quería ese tipo de chocolate o aquel otro relleno. Otro lugar en donde, el niñito regalón se amurraba y dejaba de caminar era frente a una frutería, en ese momento no daba un paso más hasta que le compraran uno de los atractivos plátanos amarillitos. El tercer lugar, donde hacía el gran teatro, era una talabartería ubicada en la calle Portales, a un par de cuadras de la calle Bulnes, que era la calle principal, o sea el negocio estaba en pleno centro de Temuco. Raúl me pidió que por favor escriba, aparte de lo que yo ya había investigado, algunas partes de esta nueva anécdota en forma textual y siguió en primera persona contándomela así:

“Allí, en la -Talabartería el Caballo-, naturalmente que se vendían especialmente cosas de cuero pero mi madre compraba en forma casi obligatoria los hilos que ella necesitaba para su taller. Cuando ella intentaba hacerlo en otro negocio yo le hacía una gran presión y bullicio para que no los comprara en otra parte. La causa de este alboroto era porque allí tenían un precioso caballo embalsamado con todos los aperos correspondientes, montura, cincha, riendas, etcétera. ¡Y éste si que era un caballo enorme y no plano de madera, era casi igualito a los que teníamos en Los Laureles! Me tomaré una taza de té y les contaré otra parte”.

En mi investigación supe además otras cosas, que en esta talabartería permitían a los hijos de los clientes subirse al caballo cuando compraban por ejemplo una montura. La primera vez que Raulito observó esto quiso que lo subieran y el empleado José se dio cuenta que su madre estaba comprando solamente hilos, entonces de paso José le preguntó a Raulito si sabía andar a caballo y su respuesta inmediata fue, “todos los días”, le dijo que él corría carreras a caballo y topeaba contra su hermano. En aquel momento el empleado se dio por enterado que el niño era experto como todos los hijos de los campesinos de la zona y le complació los deseos. Raúl se acostumbró a tener el placer de subirse al caballo embalsamado y quiso siempre saber a dónde iba su mamá cuando ella se preparaba para salir de compras. Acompañaba a su mamá muy entusiasmado en sus viajes al centro por subirse de nuevo al monumental caballo con el que él se soñaba casi todas las noches. Esto se repitió durante todas las vacaciones escolares por un tiempo medido en años. Hay que tomar en cuenta que en esas épocas a nadie en estos pueblos se le había ocurrido el negocio de tener un local con carruseles y juegos para niños. Es comprensible el entusiasmo de Raulito por querer jugar montándose arriba de un caballo embalsamado. Además investigué que a Raulito le enseñó a andar a caballo su padre chocho desde los cinco años de edad. Raúl de nuevo me dice que le faltaba contar lo principal y siguió contándome.

“Un buen día que fui de nuevo con mi madre a la -Talabartería el Caballo- nos llevamos una gran sorpresa, nos miramos con mi mamá y quedamos como pasmados. ¡El caballo embalsamado había desaparecido! Casi llorando le pregunté a José, el empleado que ya me conocía por las subidas al caballito. ¿Dónde está? A lo que éste me respondió, el caballo se lo llevó el poeta Neftalí Reyes. Mi familia conocía a la familia Reyes por ser vecinos de barrio y además clientes a diario de su negocio de panadería, roticería y almacén. Mi madre, no puso mucha atención al empleado y no se dio cuenta que se trataba de que el caballo lo había comprado el poeta Reyes, o sea Neruda, primo de nuestro vecino, el dueño de la panadería de la calle Matta. Mi madre tenía rabia cuando José nombró al poeta por su nombre y no le puso atención de que poeta se trataba. Mi madre le preguntó al empleado, para conformarme, ya que yo estaba empezando a lagrimear. ¿Por qué le vendieron el caballo a ese poeta, si ese caballo era un símbolo de esta -Talabartería el Caballo-y que yo sepa nunca estuvo en venta? Es como si los otros negocios vendieran sus símbolos tan conocidos como el de la Olleta o el de la del Arado. El empleado contestó moviendo la cabeza, -estos poetas son super apasionados, después de discutirlo horas con mi patrón lo compró a cualquier precio”.

“Recuerdo claramente los adornos y los símbolos en las calles que formaban el centro comercial de Temuco. Ésta como seguramente otras ciudades sureñas, tenía su centro comercial arreglado con figuras alegóricas de la mercadería que más vendían y los negocios de géneros solían usar pinturas de diferentes colores para pintar los frentes de sus negocios. Los clientes conocían pues esa -Talabartería el Caballo- desde hacía muchos años por este hermoso caballo embalsamado. Era como una reliquia y los temuquenses acostumbraban decir, vaya a comprar allá a la calle Portales en la talabartería donde está el caballo. Una buena parte de los clientes eran campesinos mapuches de la región que tenían doble dificultad para hacer sus compras, el analfabetismo y un idioma diferente. Por eso los símbolos eran imprescindibles y el centro de Temuco lucía no sólo este caballo embalsamado, sino que existía la Ferretería La Olleta, que tenía una enorme olla de colgar en su frontis y otra ferretería que tenía un enorme arado, y una tercera otra que tenía un gran martillo. Otra forma simbólica que usaban los comerciantes era el pintar la fachada de sus negocios de un color específico, se decía por ejemplo, La Casa Amarilla, La Tienda Azul, etcétera.

“Esta forma de hacer propaganda con objetos y animales tridimensionales analizadas en este nuevo milenio y desde aquí en Europa parecen ser muy insólitas. Pero no son tan extrañas, a propósito aquí en Alemania en la ciudad de Dortmund, setenta años después de esta historia, he conocido de nuevo algo parecido. La municipalidad ha autorizado a usar para la propaganda a los rinocerontes en sus tres dimensiones. Los niños están felices, se montan sobre ellos. En el centro de la ciudad hay cientos de rinocerontes de diferentes colores fabricados en materiales livianos, situados en sus veredas frente a otros cientos de negocios haciéndoles propaganda. Claro que no venden mercaderías relacionadas con los rinocerontes pero los adornan con guirnaldas de luces y pegándoles sobre su cuerpo lindas propagandas del negocio. Cecilia, creo que tú debieras finalizar esta historia, contando dónde se encuentra el caballito”.

Resulta que ahora el famoso caballo embalsamado se encuentra en la Región de Valparaíso, en una de las casas de Pablo Neruda, en la de Isla Negra. Entre las numerosas cosas que él coleccionó, como se sabe, se compró y llevó igualmente a este mismo histórico lugar una de las primeras locomotoras de los Ferrocarriles, como recuerdo a aquella en la que trabajaba su padre. Ellos, motor de trilladora, el caballo, la locomotora y algunos otros medios de locomoción se lucen allí para el deleite de muchos miles de visitantes cada año frente a la playa en la casa del Vate de Isla Negra. Neruda que fue el mejor coleccionista del mundo de caracolas del mar, falleció sin poder completar su colección de medios de locomoción, faltándole la serie de automóviles ... y la colección de naves espaciales que vinieron después del Sputnik.

“La herencia suiza dejada por mi abuelo Alberto Buholzer Hochstrasse”

Historia recopilada por Cecilia Doggenweiler A.

Le pedí a Raúl, nieto de Alberto Buholzer Hochstrasse, que me cuente una de las partes interesantes de su nuevo libro, el que ya lo componen alrededor de 750 páginas, que tiene que ver con un apasionado amor de sus abuelos suizos. Casualmente tiene un parecido con parte de las situaciones pasadas por mis propios familiares, llegados también como colonos a esta región. Yo soy pues también descendiente de emigrantes europeos que se fueron a vivir allí a la llamada Frontera del Sur de Chile. Raúl cuenta esta interesante historia, muy parecida a lo que me contaron mis antepasados, que después que un europeo atravesaba el río Bío-Bío éste llegaba a otro mundo, llamado La Frontera. Allí vivían desde miles de años los famosos indios araucanos. El grupo de colonos suizos viajó en barco de Europa a Buenos Aires, luego mil seiscientos kilómetros en carreta, de Buenos Aires a Santiago de Chile y de nuevo otros setecientos kilómetros en carreta, de Santiago al Sur de Chile. La completa odisea tuvo una duración increíble, de casi un año.

Lo que Raúl ha vivido desde su infancia y tiene escrito es dramático, pero es una parte indiscutible de la verdad histórica de esa región. Las peripecias que pasaban los europeos, como el abuelo Alberto Buholzer Hochstrasse, son muy parecidas a las que pasaron mis antepasados. Lo más impactante es aquella parte del amor increíble que apasionó a Alberto por su Rosina. Por esta maravillosa pasión de amor Alberto debió, para conquistarla, seguirla desde el hemisferio Norte al hemisferio Sur de la Tierra. Desde Suiza, el país con mayor cultura del mundo, se fue a vivir a un mundo donde había que movilizarse en carreta tirada por bueyes y además donde llegaban muchos de los presos delincuentes que huían de la policía de los países europeos. Algunos apasionados amores han conducido al pretendiente a tener que cambiar de ciudad, o de país, o de continente, pero en este caso Alberto debió cambiar dehemisferio y además debió cambiar su vida de ser un acaudalado europeo a tener que vivir en el fin del mundo. Esta es la historia de un apasionado amor que no se conocía. ¡Y no había aviones! Raúl me ha dicho que, esta parte del mayor romance del siglo XIX, está contada con todo lujo de detalles en el apartado que ha escrito sobre el abuelo Alberto y que a continuación de otras cosas, resumirá una parte también aquí.

Raúl comenzó a contar así:“Por una falta increíble de privacidad, que siempre es imprescindible, se publicitó por medio de los periódicos
chilenos un magnífico buen dato para las infaltables mafias, que desgraciadamente en todos los tiempos han existido. Estas bandas se dedicaron posteriormente por espacio de años a tratar de usurpar a nuestra familia Buholzer los dineros obtenidos de una importante y grandiosa herencia recibida desde Suiza. Mejor les contaré una parte de esta historia con algunos detalles”.

“Mi abuelo Alberto Buholzer Hochstrasse tiene para mis recuerdos una gran importancia. Él fue un industrial suizo que tenía una fábrica de sedas en Zurich y se vio obligado, por las poderosas circunstancias del amor con Rosa Schraub, a acompañar al Sur de Chile a la caravana de colonos suizos. Parte de su historia está detalladamente expuesta en un apartado especial que lleva su nombre. Los protagonistas principales de lo que les contaré ahora, son los hijos de mi abuelo Alberto. En todo caso, podemos resumir aquí que los siete hijos de Alberto Buholzer Hochstrasse (1850-1915) y de Rosa Schraub Feldbausch (1870-1960), casados el 16 de marzo de 1889 en el Registro Civil e Identificación de Traiguén, Chile, fueron: Juan Buholzer Schraub (1890-1916), Elisa Buholzer Schraub (1891-1945), Alberto Buholzer Schraub (1894-1936), Bernardo Buholzer Schraub (1896-1948), Edmundo Buholzer Schraub (1898-1959), Emilio Buholzer Schraub (1900-1991), María Buholzer Schraub (1903-1990). Después del fallecimiento de mi abuelo mi abuela Rosa tuvo al menor de todos, Enrique Buholzer Schraub (1917-1969)”.

“Era conocido que mi abuelo manejaba siempre mucho dinero, ya que poseía una buena fortuna a raíz de que tenía una fábrica de sedas en Suiza y por esta razón le llegaban constantemente apoyos de dinero desde allá. Alberto tenía una nuevísima imprenta enviada por sus familiares desde Suiza y adaptada también al idioma español, con la que publicaba periódicamente noticias regionales en idioma alemán y en español. Con el objeto de intentar poder rescatar a la hermana menor de su esposa Rosa, secuestrada cuando viajaban en caravana al Sur de Chile, mi abuelo en el año 1889 tuvo que crear, financiar y comandar a la naciente Policía de Chile con alrededor de veinte integrantes, cuya central la instaló en la ciudad recién fundada de Temuco. Mi abuelo recorría constantemente palmo a palmo toda la región desde la cordillera al mar, buscando a la hermana de mi abuela secuestrada a la edad de quince años. A cada uno de los colonos el gobierno les entregó por escritura una buena porción de terreno a orillas de un hermoso río. Por esos años apareció un aventurero oportunista y muy fresco, el que ante las autoridades de gobierno, repetidas veces quiso hacer pasar como que estaban a su servicio las personas que conformaban el equipo policial de mi abuelo. Mi abuelo había formado su grupo con otros fines absolutamente diferentes al que tenía este mercenario que pretendía, y a veces lo conseguía, el de recibir pago por los servicios que el no hacía. En el año 1915 “falleció” mi abuelo en circunstancias dudosas, nunca aclaradas. Cuando murió o asesinaron a mi abuelo le robaron gran parte de sus bienes. Mi abuela quedó viuda con siete hijos y solamente con una pequeña parte de la cuantiosa fortuna de mi abuelo. Mi abuela Rosa debió batirse durante alrededor de dos años para la manutención y educación de sus hijos con la entrada que le originaban algunas casas con terreno y árboles frutales”.

“Dos años después de la muerte de mi abuelo, o sea en el año 1917, mi padre Alberto Buholzer Schraub y sus hermanos recibieron una suculenta herencia enviada al Consulado Suizo de Santiago. La herencia fue originada por la venta de un castillo en Suiza, que era propiedad de mi abuelo. Desgraciadamente la herencia fue objeto en los periódicos de una noticia algo sensacional, por la cantidad de dinero enviada desde Europa a mi padre y a los otros seis hermanos. El riesgo de ser asaltados era comparable a sacarse hoy en día el gordo de la Lotería y recibirlo con bombos y platillos. Por la falta de privacidad al enviar este dinero a Chile se produjo en la familia Buholzer una tragedia en grande. El recibir una cantidad enorme de dinero fue toda una desdicha para los hijos de mi abuelo Alberto y sus respectivas familias. Este loable gesto de los parientes que estaban en Suiza, de enviarles el dinero a Chile, se convirtió en un gran problema casi sin solución. De los siete hermanos que recibieron herencia, a cinco le fueron robados directamente los dineros; de estos cinco tres fueron asesinados, también sufrieron esta suerte los maridos de las dos hermanas, otro hermano fue envenenado quedando en estado vegetativo de por vida. Desgraciadamente mi padre estaba entre los hermanos asesinados, a él lo envenenaron en el pueblo de Los Laureles. Estas mafias y cuatreros nunca pudieron ser llevados a la justicia, porque ellos con el dinero estaban convertidos en poderosos e intocables caballeros. En esos tiempos este tipo de asesinatos no era nada anormal, era casi un asunto de rutina que se practicaba tanto en el Oeste Norteamericano, como en los países sudamericanos. El sur de Chile, por supuesto, era también otro de los lugares donde reinaban los gángsteres, pistoleros y maleantes. Las autoridades policiales en ese tiempo en el pueblo de Los Laureles estaban compuestas solamente por un cabo y un carabinero raso. Ellos dos debían vigilar, no solo la ciudad, sino una extensa zona y salían de ronda al campo durante tres de los seis días de la semana. Por esta razón, de la exigua y desproporcionada cantidad de policías, mi padre hacía de máxima autoridad en Los Laureles y ahora me explico que, a pesar de que era un hombre muy corpulento, los bandidos de todas maneras lo pudieron asesinar alevosamente”.

“Mi tío Juan Buholzer Schraub era el ingeniero jefe de Ferrocarriles de la Zona Sur de Chile. Él había ganado el concurso al que había llamado Ferrocarriles del Estado para extender su línea desde Temuco a Puerto Montt. Entre los méritos de mi tío Juan para ganar el concurso estaba el hecho de que él había sido uno de los especialistas dentro del estilo de la escuela de Eiffel, o sea del que construyó la famosa torre de Eiffel en Francia. Mi tío Juan se casó en Puerto Montt en el año 1915 con María Luisa Cubillos Céspedes y poco después, en el año 1916, tuvo nacimiento su primera hija, Martha Buholzer Cubillos. En el año 1916 por labores de trabajo debió viajar a Santiago. En el Consulado Suizo de Santiago le entregaron la cuantiosa suma de dinero que le correspondía por la herencia recién llegada de Suiza. Debía llevar, al Sur de Chile, además los dineros correspondientes al pago de sus trabajadores y para otros gastos originados por los trabajos de extensión de los Ferrocarriles. Como volvía de Santiago con una gran suma de dinero, el viaje de Santiago a Temuco lo hizo en un coche especial del tren siendo acompañado por guardias. Su meta era llegar a Puerto Montt. De acuerdo a su rango de jefe de esta extensión de los Ferrocarriles, hizo el viaje de Temuco a Puerto Montt en una de las conocidas diligencias blindadas de los Ferrocarriles del Estado. Durante el largo camino a recorrer aún cuando la diligencia era blindada, ésta fue asaltada, robándole los asaltantes a mi tío Juan el dinero que llevaba consigo y allí a mitad de camino fue alevosamente asesinado por estos bandidos. Como mi tío era muy querido, esto produjo una gran conmoción en los Ferrocarriles y como homenaje póstumo se le puso su nombre a un par de puentes ferroviarios que estaban recién terminados, bajo su dirección, en este tramo sur del ferrocarril. Casi cien años después, aún se conservan estas placas recordatorias con el nombre de Juan Buholzer Schraub”.

“Mi tío Bernardo Buholzer Schraub era un conocido y respetado profesional en Temuco. Tenía una hermosa novia y fijada la fecha de su matrimonio para el año 1933. En ese año sucedió un desgraciado acontecimiento que tuvo que ver con el resto de su vida. A mi tío Bernardo que era arquitecto y estaba construyendo una población en Temuco, la banda de mafiosos le quitó los dineros, los documentos de su población y lo trató de envenenar. Él se salvó milagrosamente de morir envenenado, pero quedó infortunadamente en estado vegetativo de por vida. No reconocía ni a su madre, ni tampoco a su novia, quien lo estuvo visitando y asistiendo, por más de 15 años mientras él vivió, en casa de mi abuela Rosa, en calle Matta de Temuco”.

“A mi padre Alberto Buholzer Schraub le robaron absolutamente toda la fortuna recibida de Suiza y posteriormente dos integrantes de la mafia llegaron a Los Laureles y lo envenenaron, dejando a su esposa Clotilde Matamala viuda y con tres hijos: Raúl, Luis y Alberto. Los mafiosos intentaron asesinar unos días después a mi madre. Ella estuvo durante muchos meses convaleciente de una fuerte dosis venenosa que lograron hacerle tomar. Mi madre estuvo muchos meses como drogada viendo visiones sin poderse levantar. Esta dosis fue parecida a la que le dieron los mafiosos a mi tío Bernardo dejándolo inválido de por vida”.

“El tío Edmundo atemorizado y llevándose la herencia que le correspondía se trasladó a Santiago, luego de lo cual creó una empresa que no llevaba su nombre. Mediante esta empresa se compró un camión, un auto y una fuente de soda ubicada en la Alameda Bernardo O’Higgins. Hizo una vida en constante movimiento, sus hermanos no sabían si estaba en Santiago, en Temuco o en Puerto Montt. Quizás estas precauciones del tío Edmundo de no usar nunca su nombre y de no tener un domicilio fijo, le salvaron la vida. Él, tomando éstas y otras precauciones, logró vivir hasta los 61 años y como no tenía esposa consiguió evitar el secuestro y el chantaje y con ello salvar parte de su fortuna”.

“Salvó su parte de la herencia y la vida mi tío Emilio Buholzer Schraub, casado en primeras nupcias con Victoria Becker, asimismo sus hijas del primer matrimonio, Victoria y Mafalda Buholzer Becker. La primera esposa de mi tío Emilio falleció muy joven. Con su segunda esposa, Hildegar Reil, tuvo dos hijas, llamadas Rosa Buholzer Reil y Erika Buholzer Reil y otro hijo Emilio Buholzer Reil. El tío Emilio, sin decírselo a sus hijos, debió vivir tomando muchas precauciones y para numerosas cosas haciendo una vida semi oculta. Desgraciadamente Hildegar y su hijo murieron muy jóvenes. El tío Emilio tuvo pues muy mala suerte con sus dos esposas, las que fallecieron en plena juventud”.

“El tío Emilio, ya que las acciones de una sociedad anónima no llevan ningún nombre, se hizo accionista principal de una ferretería ubicada en la Alameda Bernardo O’Higgins. Con otra parte de la herencia se compró un terreno urbanizado de dos hectáreas, con un chalet en la precordillera de Santiago, haciendo uso del nombre de la ferretería para todos los trámites pertinentes para esa compra. Con el transcurso del tiempo yo comprendí que este terreno, oculto en las faldas de la Cordillera de Los Andes, era el lugar ideal para tener un refugio donde se protegiera la familia Buholzer contra los facinerosos que los perseguían. Allí llegó a refugiarse la tía Marichen con sus dos niños y también viajaba a este refugio con su auto el tío Edmundo, a veces a dejarlo allí cuando se iba en tren a Temuco”.

“A mi tía María, más conocida por Marichen que es el diminutivo alemán de María, igualmente le mataron en plena juventud al marido y le robaron la herencia y ella se salvó junto con sus dos hijos, Óscar y Hernán Buholzer Buholzer, viviendo igualmente atemorizada y haciendo una reservada vida privada. Usó la táctica del tío Edmundo y no permanecía con direcciones fijas mucho tiempo, estaba en Santiago, o en Temuco, o bien en Concepción”.

“Esta pudo llegar a ser una trágica historia de exterminio de toda nuestra familia, pero los hijos, los nietos y los bisnietos de mi abuelo no se dejaron asesinar. Alberto Buholzer Hochstrasse fue un europeo, cuya vida es super interesante, él estuvo perdidamente enamorado siguiendo a su Dulcinea al otro extremo del mundo, fue un original industrial y viajante suizo. Las mafias nos quisieron exterminar, pero nosotros seguimos empeñados en permanecer siempre optimistas e ir a la vanguardia de los acontecimientos con nuestra filosofía positivista entregada por el abuelo Alberto. La mayoría de sus descendientes salimos enamorándonos de nuestras esposas tan profundamente como nuestro abuelo y abuela, los genes de estos abuelos fueron proporcionalmente disminuyendo de generación en generación, del 100% en los hijos pasamos los nietos a tener un 50% de sus genes, se disminuyó al 25% en los bisnietos y de éstos se redujo el número de genes al 12.5% en los tataranietos. Los genes fueron disminuyendo su cantidad en esta proporción, pero el número de sus descendientes fue creciendo en una proporción mucho mayor. Los genes de nuestro heroico abuelo suizo, fundador de Temuco, eran alrededor de treinta mil, lo mismo los de mi abuela Rosa. Ahora la sumatoria de estos genes en sus descendientes suma un número de cientos de miles y sigue creciendo. De esta maravillosa herencia genética todos los Buholzer lucen orgullosos los del amor, de la verdad y transparencia democrática que programaba en su naciente imprenta el ejemplar padre, abuelo, bisabuelo y tatarabuelo Alberto. Los pistoleros no podían triunfar, el amor los derrotó”.

“Los que odian nada engendran, el amor es siempre el que triunfa. Esta historia de nosotros sus descendientes lo demuestra fehacientemente. Les contaré a continuación la otra parte sucinta de la vida de ellos, comprendiendo sólo hasta la segunda generación de Alberto, o sea, hasta los nietos. Que es muy positiva, son como discípulos del positivista Bertrand Russell. De los bisnietos y tataranietos ya hay mucho que decir, pero seguramente lo harán y lo continuarán diciendo los de la tercera generación”.

“A mi tío Juan, ingeniero de los Ferrocarriles del Estado, le quedó una hija, Martha, que se casó y tuvo ocho hijos: Elías, Adolfo, Juan Carlos, Roberto, Pelayo, Marcela, María Belene y Bárbara. Ellos y sus hijos son actualmente destacados profesionales, comerciantes y legisladores de la Quinta Región, con sede en Valparaíso”.

“Dos de mis tíos, Emilio y Edmundo, fueron honrados y respetables empresarios. Edmundo tuvo una fuente de soda, camión, auto y una tienda de géneros y de ropa. Tuvo una hermosa hija. Emilio fue un empresario de proporciones mayores, importaba maquinaria de procedencia alemana, de la cual una parte la vendía a la ferretería de Santiago y otra buena parte directamente a los constructores y agricultores. Enviudó dos veces y tuvo cinco hijos: Victoria, Mafalda, Emilio, Rosa, Erika”.

“Mi tía Marichen quedó viuda, le quitaron el dinero de la herencia recibida de Suiza y le mataron al marido, pero no se dio por vencida. Se dedicó abnegadamente a cuidar de alimentar, proteger y educar a sus dos hijos. El mayor de ellos, Óscar, fue una lumbrera de la selección del básquetbol de Temuco y posteriormente perteneció a la selección del básquetbol de Concepción, estaba considerado como uno de los mejores del básquetbol chileno. Su hermano Hernán fue un honrado y buen comerciante de Santiago, además fue padre de dos hijas, Rosa y Kelli y de un hijo, Óscar Hernán”.

“Mi tía Elisa y su marido Juan Kunz, tuvieron cuatro hijos: Arnoldo, Erna, Marta, y Otilia. Ellos fueron excelentes comerciantes y profesionales. Marta fue durante muchos años integrante de la Gerencia General de la Fundación Ford para Chile y, entre otras cosas, por medio de esa fundación pasó a ser benefactora para el financiamiento de los Cursos de Perfeccionamiento para los Profesores Secundarios de Chile”.

“Enrique Buholzer fue un comerciante de Temuco y muy conocido por su heroísmo como el mejor bombero de la Primera Compañía de Bomberos de Temuco. Toda la ciudadanía de la región se sintió conmovida cuando mi tío Enrique quedó atrapado entre los escombros de un voraz incendio, en el centro de Temuco. Los bomberos hicieron una rápida colecta de dinero y se llevó de Santiago a Temuco al mejor neurocirujano de Sudamérica, al doctor Asenjo para que lo saque de su estado de coma. El doctor Asenjo le hizo una brillante operación al cerebro, la que quedó en los anales históricos de la medicina. Tuvo una hija, Luz Buholzer, quien es una abnegada y dedicada de todo corazón a su profesión de educadora.”

“Mi padre Alberto Buholzer Schraub, como ya lo dijimos, fue otro de los beneficiarios de la herencia recibida de Suiza también robado y asesinado. Su esposa, o sea mi madre Clotilde, quedó con tres hijos: Raúl, Luis y Alberto. Mi hermano Luis fue un renombrado futbolista de Temuco, tuvo dos hijas, Jeanet y Enriqueta (Ketty). Mi hermano menor Alberto, tuvo un espíritu de investigador en las cosas que le entusiasmaban; recuerdo dos de sus pasiones: el oro y la madera de eucalipto. Siendo muy joven se dedicó a extraer oro de los riachuelos, un buen día supo la historia de una mina abandonada que estuvieron explotando los españoles cerca de Lanco. Rompió un cerro y entró al túnel de la antigua mina, allí se debía trabajar en tres turnos de ocho horas cada uno, las veinticuatro horas del día, desaguando. Le fue muy bien durante un tiempo, vendió una buena cantidad de oro. Tuvo un accidente, se rompió un muro y saltó una gran cantidad de agua a presión que tiró a todos los mineros que estaban de turno y a él también a una falda del cerro. Con esto cambió de actividad y de minero pasó a maderero. Su segunda pasión fue el descubrimiento de que la madera de eucalipto, que se usaba solamente como leña, se podía mediante un tratamiento especial utilizar también para hacer muebles muy estables y duraderos. Una gran empresa química de la madera le tomó su descubrimiento, e hizo nacer una nueva era para el eucalipto. Fue un gran comerciante al por mayor, de maderas en su barraca y en sus depósitos en la calle Carrascal de Quinta Normal, en Santiago. Casado con Albertina Rivera tuvo cinco hijos: Alfonso, Hugo, Silvana casada con Hermann Schink, María Angélica y Alberto casado con Isabella Caputo. Raúl, o sea el que os narra, estudió en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y en la Universidad de la Plata en Argentina, fue profesor de Matemáticas y Física, hizo clases en el Liceo Pablo Neruda, en el Instituto Claret, en el Colegio La Salle y en la Universidad Técnica del Estado de Temuco. Tuvimos con mi esposa Marta Sepúlveda dos hijos. De estos dos hijos nacieron mis cinco queridos y hermosos nietos. Escribí un ensayo, publicado en dos mil ejemplares, con el nombre de -Teoría de la Permanencia- y posteriormente en Alemania escribí el libro -Extrapolación Fantástica- como otro ensayo con parte de mis vivencias más interesantes, con ficción y futurología en más de 700 páginas que va camino a la imprenta”.

Hasta aquí lo que me narró, emocionado por ser una parte importante de sus memorias inéditas, Raúl Buholzer Matamala.

Conclusión
Después de leer y analizar detenidamente llegué a resumir estas conclusiones que se pueden derivar de las
interesantes vivencias de la familia Buholzer Schraub, desde la llegada al Sur de Chile como emigrantes y también
como de su posterior desarrollo.
-La buena herencia genética es y fue siempre una gran bendición para el género humano.
-Decir siempre la verdad cuando se trata de dinero puede ser una falsa buena costumbre.
-Antes, como aquí quedó demostrado, no se podía decir la verdad tratándose de dineros.
-Ser veraz es bueno, pero hacerlo con los facinerosos se convierte en una maldición.
-Herencia publicitada de mucho dinero, nein danke.
-La filosofía positivista de Albert y Rosina, enseñada a sus descendientes, triunfó y hoy día el numeroso árbol genealógico indiscutiblemente que lo confirma plenamente.
Cecilia Doggenweiler A.

“Mi madre, Clotilde Matamala Videla”

Historia relatada por Cecilia Doggenweiler A.

Ella fue hija de un campesino parcelero de la zona del puente de Malleco, profesora de Educación Básica, esposa de un distinguido profesional y comerciante chileno suizo, enviudó siendo muy joven, tuvo una fábrica de sombreros, taller de modas y a una edad avanzadísima un pretendiente, de su misma edad, le pidió la mano a sus hijos y nietos. Con este pretendiente se produjo una situación muy interesante. Esta si que fue la historia de un amor imposible para don Carmelo. Él mantuvo su secreto durante tanto tiempo, lo que es un récord casi imposible de batir. Por esto le he pedido a Raúl que me cuente los detalles de esta historia que me permito reportearla en este momento con mucho cariño. No pensé que Raúl pudiese tener un recuerdo tan claro sobre un hecho relacionado con la vida sentimental de un hombre que se mantuvo esperando durante más de 70 años para poder declarar su apasionado amor.

Me voy a permitir presentarles a algunos de los personajes de esta historia.

¿Quién fue Clotilde Matamala Videla?

Clotilde Matamala nació en Traiguén en el año 1901. Vivía en el pueblo de Los Laureles, cerca de la ciudad de Temuco. Fue Profesora de Educación Básica y estando soltera trabajó en una Escuela de Educación Primaria en la ciudad de Freire. Su novio Alberto al pedirle la mano a sus padres quiso que ella deje su trabajo de profesora y se venga de nuevo a Los Laureles. Se casó con Alberto Buholzer Schraub en el año 1927. Tuvo tres hijos: Raúl Buholzer Matamala y sus dos hermanos Luis y Alberto. Tuvo más de 5 hijos de crianza a quienes formó, alimentó y educó hasta que se casaron: Victoria Videla, Luis Masicott, Rita Morales, Magdalena Maura y Blanca, entre otros. Vivieron algunos años con ella hasta que se casaron sus cuatro hermanas: Luisa, Olga, Berta y María. Quedó viuda en el año 1936, falleciendo en Santiago en el año 1993. Su sobrino más cercano Osvaldo Acuña en una ejemplar actitud la fue a buscar en un vehículo especial desde Temuco y transportó su féretro de Santiago a Temuco para enterrarla en la sepultura familiar, al lado de su marido Alberto. La acompañaron en su funeral no sólo sus hijos, sino su hermana Luisa, su cuñada Albertina, sobrinos, nietos y sobrinos-nietos. Pero lo más sorprendente es que dentro de las personas que en Temuco asistieron a sus exequias, eran más numerosas las que ella había ayudado en su vida que sus propios familiares. Este altruismo y desinterés llevado a cabo por Clotilde durante su vida es otra cosa que hizo muy interesante esta hermosa narración.

Raúl Buholzer muy emocionado comenzó a contarme una bonita historia de su madre así.

“A mi madre le gustaba mucho narrarme de cómo se conoció y se casó con mi padre Alberto (1894-1936), después de estar él más de seis meses perdidamente enamorado de ella. Clotilde volvía a Los Laureles de su trabajo de profesora en Freire, no todos los días, sino solamente los sábados por la tarde en el tren local que pasaba por Los Laureles y que venía desde Temuco llegando hasta Cunco. Los sábados mi padre iba sin falta a la Estación de los Ferrocarriles, la miraba muchísimo desde lejos, pero como a ella la esperaban sus hermanas pensó que seguramente una de sus hermanas tenía ese flamante pinche y no lo quería comentar”.

“Como Alberto quería tener a lo menos en foto a su Clotilde, se entusiasmó muchísimo por comprar un juguete recién llegado a Chile, que en esos tiempos había producido una fiebre parecida a la fiebre causada, sesenta años después, cuando recién apareció el primer computador. Si se quería tener el equipo fotográfico completo había que importarlo. Le encargó a su hermano Edmundo, que viajaba continuamente a Santiago, hacer las gestiones para que compre por medio del Consulado suizo, una máquina fotográfica con un laboratorio para desarrollar las fotos. En esos años este instrumento y el laboratorio era para esas regiones del Sur de Chile algo absolutamente desconocido, era un exotismo solo de algunos millonarios”.

“Alberto se pasó, entre suspiros por su dulcinea, muchos días estudiando como hacer andar sus nuevos instrumentos hasta que finalmente dominó el sistema. Inauguró su máquina sacándole fotos, con el escandaloso flash a iluminación de magnesio, a toda la familia de su suegra, es decir a todas las cinco hermanas, una por una: a Clotilde, Luisa, Olga, Berta y a María. Al día siguiente se las entregó desarrolladas en formato chico a cada una de las cuatro candidatas a ser sus cuñadas. Alberto desarrolló otras dos fotos en grande, una para su futura suegra y otra aún más grande para Clotilde. Con esto, sin mayores comentarios, se subentendía lo que quería Alberto”.

“A la semana siguiente cuando Clotilde volvió de su trabajo en Freire, de nuevo Alberto se hizo presente frente a toda la familia y sin haber pedido cita previa se dejó caer con un montón de regalos y con una conversación muy seria le pidió la mano a Clotilde. Mi madre dijo que -menos mal que él no siguió la costumbre tan usual de no decirle sus intenciones a la novia, sino que sólo a los padres y tuvo la gentileza de conversar previamente conmigo y preguntarme si me atrevía a casarse con él-. Luego le pidió la mano de Clotilde como correspondía a la viuda, o sea a mi abuela materna Luisa Videla. Esto de sacarle fotos a toda una familia, por supuesto en ese tiempo en blanco y negro, fue un gran acontecimiento e hizo furor en el pueblo de Los Laureles. No había taller de fotografía ni fotógrafo en cien kilómetros a la redonda y en la práctica nadie conocía aún lo que era, ni menos en qué consistía sacarse una fotografía. Aparecieron los supersticiosos arguyendo malos augurios para el que se fotografiara y peor todavía para el que llevara encima una foto de si mismo. Uno de ellos le dijo a mi tía María, que cuide la foto, ya que si se le robaban la fotografía y le colocaban alfileres a esa foto, ella recibiría terribles dolores y la dominarían espiritualmente. Mi tía María conversó con el cura Juan y éste la conformó diciéndole que no tenga miedo, que en enero del año anterior él viajó a Roma y ya el Papa se dejaba fotografiar con estos nuevos instrumentos. Estos no eran satánicos”. historiasderaul.blogspot.com/2009/01/mi-padre-alberto-buholzer-schraub_15.html

“Clotilde, mi madre, vivía en Temuco hasta el año 1980, ese mismo año se trasladó a vivir definitivamente a Santiago en la casa de mi hermano Alberto. En ese tiempo yo estaba viviendo en Alemania”.

“En el año 1992 sucedió algo súper curioso e insólito para toda nuestra familia que vivía en Santiago. Don Carmelo, que era oriundo del Sur, nació y vivió muchos años en Los Laureles, trasladándose a vivir a Temuco y finalmente a vivir a Santiago. En la capital él trabajaba comprando camionadas de maderas, las que luego se las vendía de preferencia a mi hermano Alberto en su depósito de maderas, que estaba ubicado en la calle Carrascal de Quinta Normal. Don Carmelo no era un simple proveedor de maderas de la barraca de Carrascal, a mi hermano lo conocía él desde niño y fue uno de sus proveedores desde que abrió su depósito de maderas en Santiago. Don Carmelo tenía prestado un rincón para sus maderas en la barraca de la calle Carrascal, que quedaba en las cercanías de la casa de la familia de mi hermano menor, quien llevaba el mismo nombre de mi abuelo y de mi padre. Mi hermano Alberto Buholzer Matamala era casado con Albertina Rivera. Muchas veces aparecía don Carmelo en la casa de mi hermano, pretextando preguntar por él, sabía que Alberto no volvería antes de las ocho de la tarde. La cocinera y la niñera ya sabían que él se quedaba de todas maneras a esperarlo en el patio, se aposentaba en los sillones bajo el gran parrón a pasar el estío durante muchas horas. Ellas pensaban que le gustaba el ambiente y la tranquilidad de esa casa y lo dejaban que descansara allí sin hacerle mayores preguntas, que no sean las habituales de ofrecerle algo de beber. Sin embargo él buscaba otra cosa y esa otra cosa era ver a alguien que vivía en la casa de mi hermano. Esto lo hacía tan seguido como si fuera un adolescente locamente enamorado”.

“Un buen día don Carmelo le hizo, a mi sobrina Silvana, una proposición algo insólita. Le dijo que él deseaba costear un almuerzo para toda la familia de la señora Clotilde, incluyendo en la invitación a los hijos, nuera y nietos. El almuerzo que él proponía pagar era realmente un banquete, traer de la panadería empanadas, acompañarlas con cazuela de ave, refrescos, vino tinto, pasteles, etcétera. Deseaba que ojalá ninguno de los invitados dejara de estar presente. Cuando mi sobrina Silvana me avisó de esta invitación, yo que ya tenía algunos problemas para comer alimentos con el colesterol malo, le dije que me excusara, pero Silvana me rogó que yo asistiera sin falta. Me agregó ella, la razón que ha dado don Carmelo es que yo asista sin falta, ya que venía llegando de Alemania y él esperaba precisamente esa oportunidad para hacer esta invitación. Silvana me argumentó que él quería seguramente hacer recuerdos de la época en que fue empleado de mi padre y probablemente estaba de cumpleaños. Como él era un solterón de cerca de 90 años, había que hacerle el honor e indudablemente iba a ser muy interesante lo que iba a contar de esas vivencias de más de medio siglo antes que tenían además que ver con nuestra familia. Pidió que mi madre se sentara en la cabecera de la mesa, a un lado mi hermano Alberto y que al otro lado que me sentara yo”.

“Hicimos finalmente el almuerzo y comimos bajo un enorme y frondoso parrón en una mesa donde habíamos cerca de unos 20 comensales, entre hijos, nuera, nietos y nietas de doña Clotilde. A la cabecera se sentó mi madre con mi hermano y yo y en el otro extremo de la mesa se sentó don Carmelo. Se hizo un brindis por don Carmelo, a pesar que nadie sabía todavía el por qué de esta extraña invitación para toda la familia. Después del brindis don Carmelo hizo uso de la palabra durante un largo rato. Comenzó diciendo, que él empezó a trabajar con don Alberto, mi padre, a los 16 años y que por supuesto él adquirió rápidamente con él los secretos para fabricar el conocido “Jabón Gringo”, mediante grasas y soda cáustica. Enseguida se confesó, ante el asombro de todos nosotros, que a los 17 años él ya estaba profundamente enamorado de la bellísima esposa de su patrón don Alberto. Él siguió diciendo, -conseguir el amor de Clotilde era como soñar en alcanzar algo imposible-. Él respetaba a don Alberto y muchísimo a la señora Clotilde y por lo tanto guardaba este secreto, sin contárselo a nadie. Así pasaron para él varios años de sufrimientos por el amor inalcanzable de su vida. Se juramentó no casarse jamás, mientras no sea con Clotilde y cumplió su juramento. Agregó algo más don Carmelo, que cuando la señora Clotilde se instaló con la fábrica de sombreros en la calle Aldunate de Temuco, él trabajó allí también, le pagó su sueldo, pero él fue a ayudarle sin interés de pago alguno. Siguió diciendo, -ahora que ya me estoy acercando a tener 90 años, he querido pedirle el consentimiento a ustedes que son los hijos y los nietos de Clotilde para casarme con ella-. Hizo además una alusión a que tenía casa y dinero suficiente para que vivieran cómodamente por muchos años sin preocuparse de tener que trabajar. –Como ya han pasado tantos años ahora deseo casarse con ella, aunque sólo sea para compañía-. En ese momento, mi madre encontró el oportuno pretexto para disfrazar su negativa, intervino y dijo, -¡¿Sólo para compañía?! ¡Sólo para compañía no funciona la cosa! ¡No, no, no, no, no! Tu comida está muy rica Carmelo, comamos mejor-. Clotilde, vivía con mucha familia alrededor, no tenía el problema de estar sola, aún cuando ya había pasado los 90 años. Silvana se preocupó durante la comida de no permitir que sus hijos y sobrinos no tomaran en serio la enorme pasión y secreto enamoramiento de don Carmelo. Los jóvenes adolescentes permanecían perplejos, pero relativamente serios.”

“Sin duda fue asombroso y conmovedor oír esta sorprendente declaración de amor, efectuada después de más de 70 años de impaciente espera y de llegar don Carmelo a los casi 90 años de edad. Este si que es un verdadero récord para inscribirlo en el Libro de los récords de Guinness”.

“Todos nos mirábamos y nos sonreíamos asombrados del acontecimiento, respetábamos este sorprendente romance, aún sin ponernos de acuerdo. Era un momento trascendente e inolvidable, sobre todo para nosotros los hijos. Alberto me miró sorprendido sin atreverse a decir una sola palabra, yo lo miré a su vez y me sentí imposibilitado de conversar de este conmovedor tema. ¿Qué podríamos haber respondido al deseo de don Carmelo? ¿Le damos a la mamá en matrimonio, o lo tratamos de perverso? Posteriormente en el ambiente de toda la familia se pudo apreciar que el comportamiento de don Carmelo era diferente, el actuaba ahora como si se hubiera desahogado de algo que lo sentía como una necesidad, admitía las explicaciones de mi madre sin disgustarse en absoluto, como si él ya hubiese pensado que esa iba a ser la respuesta. Él demostraba entereza y perdonaba de todo a su Dulcinea. Por suerte, con su terminante negativa, nuestra madre sabiamente nos evitó, tanto a mí como a mi hermano, dar una respuesta a esta azarosa pregunta. Horas después de la comida su nieta Silvana le preguntó respetuosamente, -¿y usted abuela, no notó nunca que él andaba tan perdidamente enamorado de usted?- Ella no se acordaba claramente de las actitudes de él cuando era joven, porque había 3 o 4 empleados que, al igual que él, duraron muchos años trabajando en la fábrica de cecinas de mi padre Alberto. Enseguida agregó, -ahora me explico, por qué solamente el Carmelo, durante estos setenta años siempre apareció en todos los diferentes lugares y ciudades a ayudarnos, en Los Laureles, en Temuco y ahora en estos últimos años hasta en Santiago-”.
Hasta aquí lo que contó textualmente Raúl.

Síntesis de Cecilia:
La madre de Raúl Buholzer, de Luis y de Alberto, Clotilde Matamala, fue una persona ejemplar, su idilio con Don Alberto Buholzer Schraub fue muy exitoso, un paradigma para su época. Ella quedó trágicamente viuda muy joven, sin embargo como ella era profesora por excelencia, supo educar a sus hijos y a un grupo de niñas y niños adoptivos.

En cada una de nuestras células, en la cadena del ADN, los genes responsables del amor no están programados para otorgar la dicha de amar y ser amado sólo a las juventudes. Carmelo (90) prueba que los genes son eternos y además felizmente no hacen diferencias con la edad de ninguna persona.

Acotación.-Al igual que lo que hice anteriormente, publicar una Página Web con la vida de mi madre, cuya dirección es:
(sin anteponer www.) hometown.aol.de/olguitaaeta
publicaré ahora otra nueva Página Web con este nuevo conjunto de aproximadamente 30 historias, anécdotas y episodios acompañados de fotografías.

Nota:
foto 1: 1963 Matrimonio de Osvaldo Acuna Matamala.
foto 2: 1970 Osvaldo Acuña M., Luisa Matamala Videla, su señora, Berta Matamala V.
foto 3: 1970 Clotilde Matamala V., Berta Matamala Videla.
foto 4: 1979.01.23 Clotilde Matamala Videla.