viernes, 29 de julio de 2011

“La ciencia ayuda a transformar la vida de los seres humanos en un hobby“

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Narrado por Aída María Román.

Hablando y entrevistando a Raúl Buholzer en relación con sus memorias dijo, hoy hablaremos sobre algunas de las cosas sencillas de la vida que nos ocurren a todos muy a diario. Por ejemplo, esto de escribir cientos de hojas y publicarlas en Internet lo estamos haciendo sólo por hobby.

Como siempre ¡¡¡Brillante!!! Fue lo que nos escribió Pedro Raúl H. Muñoz ingeniero-arquitecto. Es el pago que recibimos de éste y algunos otros lectores. Con lo que hacen estas personas nos hacen un pago más valioso que si fuera dinero. Esto es una prueba de que estamos en la onda de los hobbys.

Un hobby se puede hacer por entretención, o por pasión..., etc, pero nunca con el propósito de obtener ganancias económicas. En general, todo trabajo con el objetivo de obtener ganancias no es un hobby.

Los hobbys son encantadores, porque los llevamos a la práctica sin importarnos para nada la parte económica resultante de nuestro trabajo. En general un buen hobby entrega un balance financiero absolutamente negativo. Apenas dejan un saldo de dinero positivo, pasan al terreno de convertirse en una entrada económica con nombre de taller, de fábrica, etc. Y con sus consecuencias agregadas de deudas, créditos y problemas. El simpático hobby está ajeno a todas estas preocupantes alternativas.

Creo que mis hobbys comenzaron cuando era un niño de unos nueve años. Mi madre se enfermó gravemente y yo debí trasladarme a vivir con mis padrinos en su casa quinta situada en los alrededores de la ciudad de Los Ángeles. En esa ciudad el primer hobby que recuerdo con claridad fue el de criar un corderito recién nacido. Sentí mucho cariño seguramente porque en ese momento ni yo ni él teníamos madre. Placentero me fue darle leche en mamadera a este pequeño corderito que quedó sin madre al nacer y me horroricé al escuchar que tenían la idea de que lo tenían que matar porque no tenía madre para darle leche y no era rentable criarlo. Cuando escuché esto le pedí, le rogué a mi padrino que me lo regalara y que yo le iba a dar lechecita todos los días. Por supuesto que esto caminó muy bien la primera semana y después me ayudaba la empleada a alimentar al corderito. Este era un verdadero hobby, me permitía jugar y económicamente me advertían que la leche que consumía valía más a la larga que en lo que el cordero iba a ser vendido. Yo no quería ni oír hablar de ese tema y seguía dándole lechecita al corderito y le enseñaba todos los días muchas-diferentes gracias. Apenas me veía me seguía por todas partes, me tomaba por su mamá, me empezaba a exigir leche pegándome, con su cabeza, en mis rodillas, yo ya lo conocía de memoria en todos sus deseos, tenía aprendido su idioma. Yo le hablaba y jugaba como si se tratara de un niño de mi edad, cuando estaba inquieto y quería comer, lo tranquilizaba diciéndole que no era hora de la comida. De muy chiquito jugábamos a diversas cosas, a los carnerazos, a que el tirara una carretita, etc. El hijo ingeniero de mi padrino, que tenía mucho dinero y me quería como un hermano, me regaló un carrito aperado para que el corderito lo tirara. Yo llegué a querer a mi corderito mucho más que al resto de mis juguetes, creció y el día que lo mataron para comérselo en la casa, tomé a todos los que comían de su carne por criminales y estuve sin comer carne un buen tiempo. Lo mismo hizo la empleada solidarizando conmigo como una semana. Se comieron el cordero y siguieron muy cariñosos conmigo. Querían que yo olvidase este desagradable asunto, que para mi era semi canibalista.

Dos años después volví a Temuco, teniendo once años. Era la época de la guerra mundial. A pesar de eso junté dinero por mi cuenta, porque estaba apasionadamente enamorado de los patines de 4 ruedas. Vendí fierros y huesos que encontré en la casa de mi abuela y junté muchos kilos de tapas de botellas, con este dinero compré unos excelentes patines. Por ellos me hice conocido haciendo piruetas a varias cuadras de mí casa. Gracias a ellos tuve una anécdota con Pablo Neruda cuando recién llegaba a Chile trayendo más de mil refugiados de la guerra civil española... Ésta historia de la pasión por la compra de los patines y por patinar con ellos todos los días, constituyó también una especie de hobby infantil.

Después el jugar al ajedrez, a los 14-18 años también se me convirtió en un hobby, ya que yo mismo construí en moldes de yeso las matrices de las piezas del juego, peones, caballos, alfiles, torres, rey y reina. Me hice muchos juegos de ajedrez de yeso cubiertas las piezas posteriormente por cola de pegar y después con barnices. Hice a lo menos cien juegos de ajedrez por encargo, los que regalaba. Hice unos diez juegos de ajedrez para la Sala de Ajedrez del Liceo Pablo Neruda de Temuco y otros para un Club de Ajedrez del Centro de Ajedrez de Temuco. Este fue un hobby juvenil durante cuatro años.

Cuando era adulto aún no me abandonaban las pasiones de los Hobbys. Era profesor de Matemáticas y Física y mi esposa Marta profesora de una escuela pública de enseñanza de preparatorias para niños, por allá a mediados de la década del 60. Como resultado de un hobby le entregábamos unos buenos productos de dos docenas de huevos diarios a los colegas de Martita, de la Escuela 17 de Temuco. Estos colegas de Marta ofrecían el pasto de sus jardines y otras cosas para recompensar tan buenos y exquisitos productos. No necesitaba el pasto ofrecido por estos colegas, porque yo tenía pasto suficiente para mis gallinas con el que me regalaban en el trayecto al colegio, en los jardines, en los parques. Estos pastos los llevaba en mi auto. Mi gallinero-laboratorio tenía una producción de dos docenas de huevos diariamente con sólo treinta gallinas, lo curioso fue que logré mantener la producción constante en todas las estaciones del año ¡inclusive durante todo el duro invierno del sur de Chile! Todos los huevos de mis aves se los entregaba Martita a sus colegas, por supuesto al mismo precio al que estaban en el comercio. Éstos tenían la garantía de llevar componentes muy sanos, prácticamente sólo pasto, cereales molidos, calcio y agua potable. Los colegas quedaron tan regalones que no podían comer huevos de otra procedencia. Todos ellos visitaron la instalación y observaron la limpieza que teníamos en nuestro gallinero-laboratorio.

El gallinero-laboratorio tenía luz eléctrica semi intermitente, la que se prendía automáticamente cada cuatro horas en la noche durante treinta minutos, o sea, a la diez, a las dos de la madrugada y a las seis de la mañana. El sistema automático de encendido de la luz no existía aún para la venta en el mercado, el que yo utilizaba fue probado en el Laboratorio de Física del Liceo y después compraba todos los elementos necesarios para instalarlo en el gallinero-laboratorio.

Siempre había un stock de sesenta pollos en crecimiento, de los cuales unos diez pollos estaban listos para comerse y unas diez pollitas se preparaban para poner huevos. Económicamente cualquier tipo de gallinas transforma en las mismas condiciones la comida que se le entrega en huevos o carne. Mientras unas suelen ser buenas ponedoras las otras transforman la comida en carne y después también se hacen ponedoras. Comprobé en un buen y minucioso examen de los excrementos que ambos tipos de gallinas, ponedoras o de carne, aprovechan el cien por cien de su alimentación.

Descripción del gallinero.
Los patos adultos estaban en una bandeja a ras del suelo. Tenía nueve patas y un pato. Junté los huevos de estos patos y cuando tenía 120 se los llevé a la casa de un colega amigo que en ese tiempo, entre otras cosas interesantes, tenía una incubadora. Tener un aparato como éste en casa, el año 1960, era una novedad. Le pagué los gastos que él me señaló por los cuarenta días de uso de la incubadora.

Salvo excepciones la gente opina sobre la crianza de los animalitos equivocadamente. Me hacían escándalo, porque criaba patos sin que éstos tengan un canal o una laguna a disposición. Me decían, los patos necesitan estar siempre en contacto con el agua, a tal extremo que estaban seguros que los huevos que yo tenía no eran fértiles. Esto lo afirmó también mi colega Pedro. Tuvo razón relativa, ya que el 20% de los huevos no fructificó. De los 120 huevos salieron ciento dos hermosos patitos, los que transporté de inmediato a mi gallinero. Los huevos de los patos necesitan cuarenta días para incubarse y los de los pollos sólo veintiuno; seguramente debido a esto los patitos resultan desde su nacimiento mucho más despiertos y con mucha más resistencia que los pollitos, tanto es así que se pueden bañar en el agua muy pocos días después. Los patitos nuevos son fantásticos como mascotas o animalitos mimados de la casa. Los perritos nos entusiasman, los gatitos también, pero los pollitos son amorosos y los patitos nos fascinan. Después de unos días que los atiendes ellos te toman como un papá o mamá adoptivo, apenas te ven van todos como a saludarte, parece que los hubieran llamado con una campana.

Mi colega y amigo del hobby, Profesor de Artes Manuales, hacía unas horas semanales de clases, en el ahora conocido como Liceo Pablo Neruda de Temuco. Él estaba tan preocupado como yo y me preguntaba frecuentemente en los recreos, o en la sala de profesores, sobre como marchaba la vida de nuestros patitos. Y otro amigo y colega, Aníbal Vivaceta, nos interrumpía siempre en los recreos diciendo, -de nuevo están hablando del crecimiento de los patitos-.

Después de pagarle por el trabajo de la incubadora a mi apasionado colega Pedro me prestó la campana de crianza con infrarrojo, advirtiéndome que él ya tenía lista la partida de los huevos, ahora para los pollitos encargados por sus colegas. Por este motivo me la prestó sólo por un par de semanas. Luego de este tiempo tuve que comprarme una campana propia para calefaccionar a los patitos. Estos gastos, como muchos otros de mi hobby, no estaban en mi presupuesto, asimismo sucedió con tres tiestos de un metro veinte de diámetro para que allí se bañaran los patitos en agua tibia.

Quien no ha criado patitos, o gansitos, o perdices, o codornices, no sabe lo que es el encanto de verlos crecer y lo que es el hecho de que a uno lo vean como a una especie de padre adoptivo.

Si después del trabajo, cuando yo estaba en casa tenía que hacer alguna diligencia, le encargaba a nuestra niñera, Tegualda, darles comida a estos animalitos a una hora determinada, seis de la tarde, como ella era hija de campesino me decía, -pero si las gallinas no tiene nada que ver con las horas-.

Meses después le regalé a mi colega Pedro Schwager la campana que compré. Él expandió su hobby y yo ya no me dedicaba a criar patitos nuevos.



Experimenté dándole a mis aves diferentes alimentos. Llegué a la conclusión de que el mejor provecho de los alimentos se obtenía entregándoselos bien molidos, tanto el trigo como el maíz. Por último hice moler también las mezclas de cereales que compraba en oferta. Lo mejor que encontré después fue el afrecho, o sea, las cáscaras molidas del trigo a las que le agregaba pasto y algo de agua.

Mis regalones durante todo su crecimiento resultaron ser los casi 102 patitos que salieron de la incubadora. En las tardes les colocaba agua tibia para que se bañaran, en los tres depósitos de un metro veinte, luego la botaba y los depósitos se guardaban secos. No se les podía dejar el agua, ya que en lo normal de la evolución los patitos han aprendido a comunicarse con su madre y le avisan cuando tienen frío, la madre sabe llamarlos y los abriga. Eran tratados con mucho amor y cariño, pero no se les podía dejar el agua a su discreción, ya que ésta se iba enfriando porque no disponía de un sistema eléctrico automático. Tenía una olla grande especial para calentarles este elemento y después la mezclaba con agua fría. ¡Por supuesto que controlaba rigurosamente la temperatura del agua; en este caso es vital la mantención de los 40° C! Una vez que terminaban de tomar su baño, a la temperatura que según había leído necesaria para ellos, ellos se limpiaban las patitas, se sacudían el agua, yo los colocaba en la campana bajo la luz y luego se acostaban sobre el colchón de aserrín, o de paja seca. En el resto del suelo tenían siempre material absorbente, que podía ser, aserrín o papel de diario. Tenían depósitos especiales para que no ensuciaran la comida. Estos estaban además siempre con comida a discreción y agua para beber permanentemente. En sus años de funcionamiento nunca alcanzó a afectar alguna de las epidemias circulantes a este gallinero-laboratorio. Yo era partidario de que la sabia evolución ha originado que los animalitos se alimenten cada vez que su organismo se los pida, por eso se debe dejarles siempre alimento a discreción.

Yo descansaba de las 46 horas de clases semanales que impartía, jugando y cuidando que se bañaran una media hora diaria mis patitos. Los curiosos y las visitas que llegaban a mi casa a ver esta crianza de aves, muy preocupados, solían aconsejarme. Se dedicaban a decirme que esa hermosa crianza tenía que dejarme seguramente solo pérdidas.

Entre los hobbys de ayer y los de hoy, no sabemos si realmente gozan los niños de ayer más que los de hoy... De lo que estamos seguros es que los hobbys son algo muy sano para todas las edades. De todas maneras es tarea fundamental de los padres preocuparse de hacer gozar la vida a sus hijos, mediante hobbys, por supuesto sin remuneración económica.

Conclusiones
Se pensaba que después del año 2000 los trabajos que se tomaban contra la voluntad de las personas se iban a ir eliminando paulatinamente por medio de los robots, pero este proceso desgraciadamente va muy lento. Ahora en el 2011 recién están apareciendo algunas máquinas para hacer las fastidiosas tareas de la dueña de casa. Ya está superado desde hace algunos años el fastidioso lavado de la ropa que se hacía totalmente a mano y el molesto lavado de la vajilla. La parte del secado de la ropa y la vajilla es ahora una especie de hobby. La conducción de las grandes máquinas modernas es también un semi hobby, como por ejemplo los trabajos pesados de hacer canales o de mover tierras en las construcciones ya están haciéndose totalmente por medio de enormes maquinarias, excavadoras y otras. El chofer lo hace en parte casi como hobby. La extracción de minerales se hace cada vez por máquinas más grandes y robotizadas. Para los profesores el hacer clases es una tarea dura, que sólo se hace casi a la manera de un hobby en las áreas universitarias y parcialmente por medio de internet en las escuelas y colegios. Por eso decimos que en el futuro los trabajos se harán por medio de máquinas robotizadas, o por personas, como un hobby. Los trabajadores-hobbys trabajan enamorados de lo que están haciendo. Allí está el futuro ideal para liberarnos de los trabajos odiosos.

Como ya lo dijo Raúl al comienzo, esto mismo de escribir en internet, este relato y otras historias, es un hobby para nosotros.

Una interesante parte de nuestra vida es un hobby.

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