viernes, 20 de julio de 2007

“La herencia suiza dejada por mi abuelo Alberto Buholzer Hochstrasse”

Historia recopilada por Cecilia Doggenweiler A.

Le pedí a Raúl, nieto de Alberto Buholzer Hochstrasse, que me cuente una de las partes interesantes de su nuevo libro, el que ya lo componen alrededor de 750 páginas, que tiene que ver con un apasionado amor de sus abuelos suizos. Casualmente tiene un parecido con parte de las situaciones pasadas por mis propios familiares, llegados también como colonos a esta región. Yo soy pues también descendiente de emigrantes europeos que se fueron a vivir allí a la llamada Frontera del Sur de Chile. Raúl cuenta esta interesante historia, muy parecida a lo que me contaron mis antepasados, que después que un europeo atravesaba el río Bío-Bío éste llegaba a otro mundo, llamado La Frontera. Allí vivían desde miles de años los famosos indios araucanos. El grupo de colonos suizos viajó en barco de Europa a Buenos Aires, luego mil seiscientos kilómetros en carreta, de Buenos Aires a Santiago de Chile y de nuevo otros setecientos kilómetros en carreta, de Santiago al Sur de Chile. La completa odisea tuvo una duración increíble, de casi un año.

Lo que Raúl ha vivido desde su infancia y tiene escrito es dramático, pero es una parte indiscutible de la verdad histórica de esa región. Las peripecias que pasaban los europeos, como el abuelo Alberto Buholzer Hochstrasse, son muy parecidas a las que pasaron mis antepasados. Lo más impactante es aquella parte del amor increíble que apasionó a Alberto por su Rosina. Por esta maravillosa pasión de amor Alberto debió, para conquistarla, seguirla desde el hemisferio Norte al hemisferio Sur de la Tierra. Desde Suiza, el país con mayor cultura del mundo, se fue a vivir a un mundo donde había que movilizarse en carreta tirada por bueyes y además donde llegaban muchos de los presos delincuentes que huían de la policía de los países europeos. Algunos apasionados amores han conducido al pretendiente a tener que cambiar de ciudad, o de país, o de continente, pero en este caso Alberto debió cambiar dehemisferio y además debió cambiar su vida de ser un acaudalado europeo a tener que vivir en el fin del mundo. Esta es la historia de un apasionado amor que no se conocía. ¡Y no había aviones! Raúl me ha dicho que, esta parte del mayor romance del siglo XIX, está contada con todo lujo de detalles en el apartado que ha escrito sobre el abuelo Alberto y que a continuación de otras cosas, resumirá una parte también aquí.

Raúl comenzó a contar así:“Por una falta increíble de privacidad, que siempre es imprescindible, se publicitó por medio de los periódicos
chilenos un magnífico buen dato para las infaltables mafias, que desgraciadamente en todos los tiempos han existido. Estas bandas se dedicaron posteriormente por espacio de años a tratar de usurpar a nuestra familia Buholzer los dineros obtenidos de una importante y grandiosa herencia recibida desde Suiza. Mejor les contaré una parte de esta historia con algunos detalles”.

“Mi abuelo Alberto Buholzer Hochstrasse tiene para mis recuerdos una gran importancia. Él fue un industrial suizo que tenía una fábrica de sedas en Zurich y se vio obligado, por las poderosas circunstancias del amor con Rosa Schraub, a acompañar al Sur de Chile a la caravana de colonos suizos. Parte de su historia está detalladamente expuesta en un apartado especial que lleva su nombre. Los protagonistas principales de lo que les contaré ahora, son los hijos de mi abuelo Alberto. En todo caso, podemos resumir aquí que los siete hijos de Alberto Buholzer Hochstrasse (1850-1915) y de Rosa Schraub Feldbausch (1870-1960), casados el 16 de marzo de 1889 en el Registro Civil e Identificación de Traiguén, Chile, fueron: Juan Buholzer Schraub (1890-1916), Elisa Buholzer Schraub (1891-1945), Alberto Buholzer Schraub (1894-1936), Bernardo Buholzer Schraub (1896-1948), Edmundo Buholzer Schraub (1898-1959), Emilio Buholzer Schraub (1900-1991), María Buholzer Schraub (1903-1990). Después del fallecimiento de mi abuelo mi abuela Rosa tuvo al menor de todos, Enrique Buholzer Schraub (1917-1969)”.

“Era conocido que mi abuelo manejaba siempre mucho dinero, ya que poseía una buena fortuna a raíz de que tenía una fábrica de sedas en Suiza y por esta razón le llegaban constantemente apoyos de dinero desde allá. Alberto tenía una nuevísima imprenta enviada por sus familiares desde Suiza y adaptada también al idioma español, con la que publicaba periódicamente noticias regionales en idioma alemán y en español. Con el objeto de intentar poder rescatar a la hermana menor de su esposa Rosa, secuestrada cuando viajaban en caravana al Sur de Chile, mi abuelo en el año 1889 tuvo que crear, financiar y comandar a la naciente Policía de Chile con alrededor de veinte integrantes, cuya central la instaló en la ciudad recién fundada de Temuco. Mi abuelo recorría constantemente palmo a palmo toda la región desde la cordillera al mar, buscando a la hermana de mi abuela secuestrada a la edad de quince años. A cada uno de los colonos el gobierno les entregó por escritura una buena porción de terreno a orillas de un hermoso río. Por esos años apareció un aventurero oportunista y muy fresco, el que ante las autoridades de gobierno, repetidas veces quiso hacer pasar como que estaban a su servicio las personas que conformaban el equipo policial de mi abuelo. Mi abuelo había formado su grupo con otros fines absolutamente diferentes al que tenía este mercenario que pretendía, y a veces lo conseguía, el de recibir pago por los servicios que el no hacía. En el año 1915 “falleció” mi abuelo en circunstancias dudosas, nunca aclaradas. Cuando murió o asesinaron a mi abuelo le robaron gran parte de sus bienes. Mi abuela quedó viuda con siete hijos y solamente con una pequeña parte de la cuantiosa fortuna de mi abuelo. Mi abuela Rosa debió batirse durante alrededor de dos años para la manutención y educación de sus hijos con la entrada que le originaban algunas casas con terreno y árboles frutales”.

“Dos años después de la muerte de mi abuelo, o sea en el año 1917, mi padre Alberto Buholzer Schraub y sus hermanos recibieron una suculenta herencia enviada al Consulado Suizo de Santiago. La herencia fue originada por la venta de un castillo en Suiza, que era propiedad de mi abuelo. Desgraciadamente la herencia fue objeto en los periódicos de una noticia algo sensacional, por la cantidad de dinero enviada desde Europa a mi padre y a los otros seis hermanos. El riesgo de ser asaltados era comparable a sacarse hoy en día el gordo de la Lotería y recibirlo con bombos y platillos. Por la falta de privacidad al enviar este dinero a Chile se produjo en la familia Buholzer una tragedia en grande. El recibir una cantidad enorme de dinero fue toda una desdicha para los hijos de mi abuelo Alberto y sus respectivas familias. Este loable gesto de los parientes que estaban en Suiza, de enviarles el dinero a Chile, se convirtió en un gran problema casi sin solución. De los siete hermanos que recibieron herencia, a cinco le fueron robados directamente los dineros; de estos cinco tres fueron asesinados, también sufrieron esta suerte los maridos de las dos hermanas, otro hermano fue envenenado quedando en estado vegetativo de por vida. Desgraciadamente mi padre estaba entre los hermanos asesinados, a él lo envenenaron en el pueblo de Los Laureles. Estas mafias y cuatreros nunca pudieron ser llevados a la justicia, porque ellos con el dinero estaban convertidos en poderosos e intocables caballeros. En esos tiempos este tipo de asesinatos no era nada anormal, era casi un asunto de rutina que se practicaba tanto en el Oeste Norteamericano, como en los países sudamericanos. El sur de Chile, por supuesto, era también otro de los lugares donde reinaban los gángsteres, pistoleros y maleantes. Las autoridades policiales en ese tiempo en el pueblo de Los Laureles estaban compuestas solamente por un cabo y un carabinero raso. Ellos dos debían vigilar, no solo la ciudad, sino una extensa zona y salían de ronda al campo durante tres de los seis días de la semana. Por esta razón, de la exigua y desproporcionada cantidad de policías, mi padre hacía de máxima autoridad en Los Laureles y ahora me explico que, a pesar de que era un hombre muy corpulento, los bandidos de todas maneras lo pudieron asesinar alevosamente”.

“Mi tío Juan Buholzer Schraub era el ingeniero jefe de Ferrocarriles de la Zona Sur de Chile. Él había ganado el concurso al que había llamado Ferrocarriles del Estado para extender su línea desde Temuco a Puerto Montt. Entre los méritos de mi tío Juan para ganar el concurso estaba el hecho de que él había sido uno de los especialistas dentro del estilo de la escuela de Eiffel, o sea del que construyó la famosa torre de Eiffel en Francia. Mi tío Juan se casó en Puerto Montt en el año 1915 con María Luisa Cubillos Céspedes y poco después, en el año 1916, tuvo nacimiento su primera hija, Martha Buholzer Cubillos. En el año 1916 por labores de trabajo debió viajar a Santiago. En el Consulado Suizo de Santiago le entregaron la cuantiosa suma de dinero que le correspondía por la herencia recién llegada de Suiza. Debía llevar, al Sur de Chile, además los dineros correspondientes al pago de sus trabajadores y para otros gastos originados por los trabajos de extensión de los Ferrocarriles. Como volvía de Santiago con una gran suma de dinero, el viaje de Santiago a Temuco lo hizo en un coche especial del tren siendo acompañado por guardias. Su meta era llegar a Puerto Montt. De acuerdo a su rango de jefe de esta extensión de los Ferrocarriles, hizo el viaje de Temuco a Puerto Montt en una de las conocidas diligencias blindadas de los Ferrocarriles del Estado. Durante el largo camino a recorrer aún cuando la diligencia era blindada, ésta fue asaltada, robándole los asaltantes a mi tío Juan el dinero que llevaba consigo y allí a mitad de camino fue alevosamente asesinado por estos bandidos. Como mi tío era muy querido, esto produjo una gran conmoción en los Ferrocarriles y como homenaje póstumo se le puso su nombre a un par de puentes ferroviarios que estaban recién terminados, bajo su dirección, en este tramo sur del ferrocarril. Casi cien años después, aún se conservan estas placas recordatorias con el nombre de Juan Buholzer Schraub”.

“Mi tío Bernardo Buholzer Schraub era un conocido y respetado profesional en Temuco. Tenía una hermosa novia y fijada la fecha de su matrimonio para el año 1933. En ese año sucedió un desgraciado acontecimiento que tuvo que ver con el resto de su vida. A mi tío Bernardo que era arquitecto y estaba construyendo una población en Temuco, la banda de mafiosos le quitó los dineros, los documentos de su población y lo trató de envenenar. Él se salvó milagrosamente de morir envenenado, pero quedó infortunadamente en estado vegetativo de por vida. No reconocía ni a su madre, ni tampoco a su novia, quien lo estuvo visitando y asistiendo, por más de 15 años mientras él vivió, en casa de mi abuela Rosa, en calle Matta de Temuco”.

“A mi padre Alberto Buholzer Schraub le robaron absolutamente toda la fortuna recibida de Suiza y posteriormente dos integrantes de la mafia llegaron a Los Laureles y lo envenenaron, dejando a su esposa Clotilde Matamala viuda y con tres hijos: Raúl, Luis y Alberto. Los mafiosos intentaron asesinar unos días después a mi madre. Ella estuvo durante muchos meses convaleciente de una fuerte dosis venenosa que lograron hacerle tomar. Mi madre estuvo muchos meses como drogada viendo visiones sin poderse levantar. Esta dosis fue parecida a la que le dieron los mafiosos a mi tío Bernardo dejándolo inválido de por vida”.

“El tío Edmundo atemorizado y llevándose la herencia que le correspondía se trasladó a Santiago, luego de lo cual creó una empresa que no llevaba su nombre. Mediante esta empresa se compró un camión, un auto y una fuente de soda ubicada en la Alameda Bernardo O’Higgins. Hizo una vida en constante movimiento, sus hermanos no sabían si estaba en Santiago, en Temuco o en Puerto Montt. Quizás estas precauciones del tío Edmundo de no usar nunca su nombre y de no tener un domicilio fijo, le salvaron la vida. Él, tomando éstas y otras precauciones, logró vivir hasta los 61 años y como no tenía esposa consiguió evitar el secuestro y el chantaje y con ello salvar parte de su fortuna”.

“Salvó su parte de la herencia y la vida mi tío Emilio Buholzer Schraub, casado en primeras nupcias con Victoria Becker, asimismo sus hijas del primer matrimonio, Victoria y Mafalda Buholzer Becker. La primera esposa de mi tío Emilio falleció muy joven. Con su segunda esposa, Hildegar Reil, tuvo dos hijas, llamadas Rosa Buholzer Reil y Erika Buholzer Reil y otro hijo Emilio Buholzer Reil. El tío Emilio, sin decírselo a sus hijos, debió vivir tomando muchas precauciones y para numerosas cosas haciendo una vida semi oculta. Desgraciadamente Hildegar y su hijo murieron muy jóvenes. El tío Emilio tuvo pues muy mala suerte con sus dos esposas, las que fallecieron en plena juventud”.

“El tío Emilio, ya que las acciones de una sociedad anónima no llevan ningún nombre, se hizo accionista principal de una ferretería ubicada en la Alameda Bernardo O’Higgins. Con otra parte de la herencia se compró un terreno urbanizado de dos hectáreas, con un chalet en la precordillera de Santiago, haciendo uso del nombre de la ferretería para todos los trámites pertinentes para esa compra. Con el transcurso del tiempo yo comprendí que este terreno, oculto en las faldas de la Cordillera de Los Andes, era el lugar ideal para tener un refugio donde se protegiera la familia Buholzer contra los facinerosos que los perseguían. Allí llegó a refugiarse la tía Marichen con sus dos niños y también viajaba a este refugio con su auto el tío Edmundo, a veces a dejarlo allí cuando se iba en tren a Temuco”.

“A mi tía María, más conocida por Marichen que es el diminutivo alemán de María, igualmente le mataron en plena juventud al marido y le robaron la herencia y ella se salvó junto con sus dos hijos, Óscar y Hernán Buholzer Buholzer, viviendo igualmente atemorizada y haciendo una reservada vida privada. Usó la táctica del tío Edmundo y no permanecía con direcciones fijas mucho tiempo, estaba en Santiago, o en Temuco, o bien en Concepción”.

“Esta pudo llegar a ser una trágica historia de exterminio de toda nuestra familia, pero los hijos, los nietos y los bisnietos de mi abuelo no se dejaron asesinar. Alberto Buholzer Hochstrasse fue un europeo, cuya vida es super interesante, él estuvo perdidamente enamorado siguiendo a su Dulcinea al otro extremo del mundo, fue un original industrial y viajante suizo. Las mafias nos quisieron exterminar, pero nosotros seguimos empeñados en permanecer siempre optimistas e ir a la vanguardia de los acontecimientos con nuestra filosofía positivista entregada por el abuelo Alberto. La mayoría de sus descendientes salimos enamorándonos de nuestras esposas tan profundamente como nuestro abuelo y abuela, los genes de estos abuelos fueron proporcionalmente disminuyendo de generación en generación, del 100% en los hijos pasamos los nietos a tener un 50% de sus genes, se disminuyó al 25% en los bisnietos y de éstos se redujo el número de genes al 12.5% en los tataranietos. Los genes fueron disminuyendo su cantidad en esta proporción, pero el número de sus descendientes fue creciendo en una proporción mucho mayor. Los genes de nuestro heroico abuelo suizo, fundador de Temuco, eran alrededor de treinta mil, lo mismo los de mi abuela Rosa. Ahora la sumatoria de estos genes en sus descendientes suma un número de cientos de miles y sigue creciendo. De esta maravillosa herencia genética todos los Buholzer lucen orgullosos los del amor, de la verdad y transparencia democrática que programaba en su naciente imprenta el ejemplar padre, abuelo, bisabuelo y tatarabuelo Alberto. Los pistoleros no podían triunfar, el amor los derrotó”.

“Los que odian nada engendran, el amor es siempre el que triunfa. Esta historia de nosotros sus descendientes lo demuestra fehacientemente. Les contaré a continuación la otra parte sucinta de la vida de ellos, comprendiendo sólo hasta la segunda generación de Alberto, o sea, hasta los nietos. Que es muy positiva, son como discípulos del positivista Bertrand Russell. De los bisnietos y tataranietos ya hay mucho que decir, pero seguramente lo harán y lo continuarán diciendo los de la tercera generación”.

“A mi tío Juan, ingeniero de los Ferrocarriles del Estado, le quedó una hija, Martha, que se casó y tuvo ocho hijos: Elías, Adolfo, Juan Carlos, Roberto, Pelayo, Marcela, María Belene y Bárbara. Ellos y sus hijos son actualmente destacados profesionales, comerciantes y legisladores de la Quinta Región, con sede en Valparaíso”.

“Dos de mis tíos, Emilio y Edmundo, fueron honrados y respetables empresarios. Edmundo tuvo una fuente de soda, camión, auto y una tienda de géneros y de ropa. Tuvo una hermosa hija. Emilio fue un empresario de proporciones mayores, importaba maquinaria de procedencia alemana, de la cual una parte la vendía a la ferretería de Santiago y otra buena parte directamente a los constructores y agricultores. Enviudó dos veces y tuvo cinco hijos: Victoria, Mafalda, Emilio, Rosa, Erika”.

“Mi tía Marichen quedó viuda, le quitaron el dinero de la herencia recibida de Suiza y le mataron al marido, pero no se dio por vencida. Se dedicó abnegadamente a cuidar de alimentar, proteger y educar a sus dos hijos. El mayor de ellos, Óscar, fue una lumbrera de la selección del básquetbol de Temuco y posteriormente perteneció a la selección del básquetbol de Concepción, estaba considerado como uno de los mejores del básquetbol chileno. Su hermano Hernán fue un honrado y buen comerciante de Santiago, además fue padre de dos hijas, Rosa y Kelli y de un hijo, Óscar Hernán”.

“Mi tía Elisa y su marido Juan Kunz, tuvieron cuatro hijos: Arnoldo, Erna, Marta, y Otilia. Ellos fueron excelentes comerciantes y profesionales. Marta fue durante muchos años integrante de la Gerencia General de la Fundación Ford para Chile y, entre otras cosas, por medio de esa fundación pasó a ser benefactora para el financiamiento de los Cursos de Perfeccionamiento para los Profesores Secundarios de Chile”.

“Enrique Buholzer fue un comerciante de Temuco y muy conocido por su heroísmo como el mejor bombero de la Primera Compañía de Bomberos de Temuco. Toda la ciudadanía de la región se sintió conmovida cuando mi tío Enrique quedó atrapado entre los escombros de un voraz incendio, en el centro de Temuco. Los bomberos hicieron una rápida colecta de dinero y se llevó de Santiago a Temuco al mejor neurocirujano de Sudamérica, al doctor Asenjo para que lo saque de su estado de coma. El doctor Asenjo le hizo una brillante operación al cerebro, la que quedó en los anales históricos de la medicina. Tuvo una hija, Luz Buholzer, quien es una abnegada y dedicada de todo corazón a su profesión de educadora.”

“Mi padre Alberto Buholzer Schraub, como ya lo dijimos, fue otro de los beneficiarios de la herencia recibida de Suiza también robado y asesinado. Su esposa, o sea mi madre Clotilde, quedó con tres hijos: Raúl, Luis y Alberto. Mi hermano Luis fue un renombrado futbolista de Temuco, tuvo dos hijas, Jeanet y Enriqueta (Ketty). Mi hermano menor Alberto, tuvo un espíritu de investigador en las cosas que le entusiasmaban; recuerdo dos de sus pasiones: el oro y la madera de eucalipto. Siendo muy joven se dedicó a extraer oro de los riachuelos, un buen día supo la historia de una mina abandonada que estuvieron explotando los españoles cerca de Lanco. Rompió un cerro y entró al túnel de la antigua mina, allí se debía trabajar en tres turnos de ocho horas cada uno, las veinticuatro horas del día, desaguando. Le fue muy bien durante un tiempo, vendió una buena cantidad de oro. Tuvo un accidente, se rompió un muro y saltó una gran cantidad de agua a presión que tiró a todos los mineros que estaban de turno y a él también a una falda del cerro. Con esto cambió de actividad y de minero pasó a maderero. Su segunda pasión fue el descubrimiento de que la madera de eucalipto, que se usaba solamente como leña, se podía mediante un tratamiento especial utilizar también para hacer muebles muy estables y duraderos. Una gran empresa química de la madera le tomó su descubrimiento, e hizo nacer una nueva era para el eucalipto. Fue un gran comerciante al por mayor, de maderas en su barraca y en sus depósitos en la calle Carrascal de Quinta Normal, en Santiago. Casado con Albertina Rivera tuvo cinco hijos: Alfonso, Hugo, Silvana casada con Hermann Schink, María Angélica y Alberto casado con Isabella Caputo. Raúl, o sea el que os narra, estudió en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y en la Universidad de la Plata en Argentina, fue profesor de Matemáticas y Física, hizo clases en el Liceo Pablo Neruda, en el Instituto Claret, en el Colegio La Salle y en la Universidad Técnica del Estado de Temuco. Tuvimos con mi esposa Marta Sepúlveda dos hijos. De estos dos hijos nacieron mis cinco queridos y hermosos nietos. Escribí un ensayo, publicado en dos mil ejemplares, con el nombre de -Teoría de la Permanencia- y posteriormente en Alemania escribí el libro -Extrapolación Fantástica- como otro ensayo con parte de mis vivencias más interesantes, con ficción y futurología en más de 700 páginas que va camino a la imprenta”.

Hasta aquí lo que me narró, emocionado por ser una parte importante de sus memorias inéditas, Raúl Buholzer Matamala.

Conclusión
Después de leer y analizar detenidamente llegué a resumir estas conclusiones que se pueden derivar de las
interesantes vivencias de la familia Buholzer Schraub, desde la llegada al Sur de Chile como emigrantes y también
como de su posterior desarrollo.
-La buena herencia genética es y fue siempre una gran bendición para el género humano.
-Decir siempre la verdad cuando se trata de dinero puede ser una falsa buena costumbre.
-Antes, como aquí quedó demostrado, no se podía decir la verdad tratándose de dineros.
-Ser veraz es bueno, pero hacerlo con los facinerosos se convierte en una maldición.
-Herencia publicitada de mucho dinero, nein danke.
-La filosofía positivista de Albert y Rosina, enseñada a sus descendientes, triunfó y hoy día el numeroso árbol genealógico indiscutiblemente que lo confirma plenamente.
Cecilia Doggenweiler A.