martes, 20 de noviembre de 2007

“Historia del fin de la primera imprenta de La Araucanía”

Con Raúl hemos conversado sobre los recuerdos de su niñez para incluirlos en sus memorias y él me ha contado una serie de anécdotas, historias y aventuras de él con sus amigos y parientes. Nos hemos puesto de acuerdo con él para contar primero tres historias con algunos de sus primos hermanos.

Estas tres narraciones que son algunas de las historias de la niñez de Raúl, donde en una de ellas participó activamente la abuela Rosa y en otra la tía Margarita. Son una parte de las historias de los cinco pequeños aventureros, que estuvieron varios años juntos durante los veranos y pertenecían a la segunda generación, o sea eran nietos de Alberto y Rosina. Cuatro de ellos leían, todas las semanas, entre otras cosas las aventuras de Quintín el Aventurero en la revista El Peneca y estaban fuertemente influenciados por esta revista de aventuras; el quinto Alberto, de cuatro años, aún no sabía leer, sin embargo se entretenía imitando a sus hermanos y primos.

Raúl me relató textualmente: “Les cuento algo relacionado con mi tía Margarita Schraub Ubilla. La tía Margarita tenía negocio frente al Teatro Municipal de Temuco, Lautaro 611 esquina Bulnes. El hijo de ella, conocido con el nombre de Kiko, en esos años de esta historia tenía 4 años de edad, tal como Alberto, mi hermanito menor. Margarita era parte de la familia Buholzer-Schraub, hija de Juan Schraub y nieta de la madre de Rosina, o sea, de Elizabeth Feldbausch”.

“Éramos una pandilla de cinco sobrinos de Margarita: tres Buholzer Matamala, Raúl (10), Luis (9), Alberto (4) y dos Buholzer Buholzer, Óscar (12) y Hernán conocido por Nancho (10). Pasábamos las vacaciones escolares en la casa de nuestra abuela de Temuco y nos adueñábamos de todo el extenso segundo piso. Todos nosotros, los nietos, dormíamos en el segundo piso muy espacioso de las casas de Avenida Matta de nuestros abuelos. La abuela Rosina por su edad no podía subir al segundo piso y el tío Edmundo e Hilda que vivían con la abuela hacían vista gorda de las diabluras que hacíamos allá arriba. Éramos un grupo de hermanos y primos hermanos muy unidos y apandillados”.


1ª.- “LOS CINCO INVESTIGADORES DE LAS RIQUEZAS DEL CERRO ÑIELOL”

“Hacíamos excursiones al Monumento Natural Cerro Ñielol, que quedaba a sólo tres cuadras de la casa de la abuela, donde hurgueteábamos todo lo conocido y por conocer. Un día detrás de unos matorrales descubrimos la entrada de una mina. Un par de días después volvimos con palas, algunas otras herramientas y por supuesto con antorchas. Encendimos nuestras antorchas y nos fuimos de excursión hacia el oscuro interior de esa misteriosa caverna. Tomamos muchas precauciones y avanzábamos al interior paso a paso y con muchísimo temor. Cualquier tipo de ruido extraño que hacía alguno de nosotros producía espanto colectivo. Avanzamos hasta donde nos fue posible, nos encontramos con un pozo casi lleno de agua que cubría aproximadamente todo el piso y allí nos detuvimos. Con la luz de las antorchas las paredes se veían blancas y muy brillantes. Allí, a unos cincuenta o sesenta metros al interior de la profunda caverna, encontramos una greda muy pura. Llevamos a casa de mi abuelita Rosa paquetes de creda repartidos, por supuesto, proporcionalmente a nuestras respectivas fuerzas. El pequeño Albertito (4) se puso a llorar, ya que no le hicimos el paquete y entonces volvió a la mina Óscar (12) y le trajo una porción. Este lindo descubrimiento, de reabrir la mina, fue comunicado a las autoridades comunales por medio del tío Edmundo que era amigo de un regidor. Muchas personas que se dedicaban a la orfebrería fueron beneficiadas con esta preciosa greda ubicada en un cerro de la comunidad temuquense. Mediante este lindo material se dedicaron a hacer hermosas manufacturas de greda y se instalaron algunos talleres y unas salas de ventas que sacó de la miseria a algunas personas cesantes en Temuco. Este resultado fue originado por la excelente propiedad de esta greda. Después supimos por nuestra abuelita que esta mina de greda databa del tiempo de los araucanos, o sea, de antes de la fundación de Temuco y era de una altísima calidad y sus objetos se podían vender a buen precio. En las sepulturas de los araucanos se habían encontrado objetos de cerámica de tiempos muy remotos. Con esta greda se podían hacer cosas tan finas, casi como las que venían de China. Esta hazaña de los cinco aventureros Buholzer fue sin querer un buen aporte casi anónimo para algunas personas de la comunidad temuquense”.


2ª.- “CONSPIRANDO CONTRA LAS CORTINAS DE NUESTRA ABUELITA ROSA”

“La casa de la calle Matta de mi abuela estaba ubicada solamente a unas cuatro cuadras del “Parque Natural del Cerro Ñielol”. Otra de nuestras entretenciones, de los cinco aventureros, era el elevar volantines en una cancha de fútbol que había al pie del Parque de Cerro Ñielol. Comprábamos los materiales, como ser cola de pegar, hilos y los papeles. El material para la estructura de los volantines lo sacábamos de la cáscara de los coligües que traíamos de este parque. El hilo era muy caro y en cada oportunidad los hilos envidriados de nuestros contrincantes nos cortaban el nuestro, que era muy delgado, sólo era hilo para coser del número cuarenta. El hilo de nuestro volantín era cortado fácilmente por el afilado hilo de nuestros contrincantes, nuestro volantín con el hilo colgando se iba llevado por el viento (se demandaba). Teníamos allí en esa cancha feroces competencias con muchas otras pandillas de otros barrios de Temuco.

Un día viernes estábamos desesperados, porque no teníamos dinero para comprar hilos y envidriarlos para ir a competir el sábado al Cerro Ñielol y además estábamos super picados con los integrantes de una pandilla que nos había ganado en la última oportunidad. Estábamos muy heridos en nuestro honor. Sobre la base de esta emergencia resolvimos desarmar una de las cortinas que había tejido a crochet nuestra abuelita. Esta cortina estaba adornando uno de los ventanales que se extendía del techo al piso de la larga galería. Ella como si sospechara lo que iba a suceder seguía tejiendo uno chaleco para alguno de nosotros, sin moverse de la galería. Me pidieron que yo le converse a mi abuela y la haga mirar siempre para el lado del corredor contrario al ventanal con la mencionada cortina, cuyos hilos nos iban a servir para defender el honor perdido. Mis primos cortaron primero una punta de la cortina. Por una pequeña rotura de una esquina de un vidrio del ventanal de la galería, Nancho le pasó a Óscar la punta de abajo del hilo de la cortina. Óscar tiraba de afuera el hilo haciendo una de las cañuelas, lo acompañaba Albertito, mientras adentro Nancho iba desarmando la cortina con la ayuda de mi hermano Lucho.

Cuando mi abuela se dio cuenta, quedaban solamente los restos superiores de la cortina. En primera instancia no podía creerlo, pero finalmente cuando vio que la tía Marichen que venía llegando a casa tomó el cinturón de cuero que en aquellos tiempos colgaba siempre en alguna pared, curiosamente mi abuelita se puso de nuestra parte argumentando que nos había autorizado. Le dijo, Marichen esta cortina era muy vieja y yo la voy a tejer de nuevo ayudada por Raúl, haciéndome un lindo gesto. La tía Marichen le respondió diciéndole que nos estaba “abonando”. Nosotros quedamos felices porque nuestra abuela quedó como cómplice de nosotros. Acto seguido envidriamos el hilo de extremo a extremo en el patio y el sábado los cinco Buholzer, estuvimos en la cancha del Cerro Ñielol combatiendo a nuestros adversarios. En esta oportunidad disponíamos de este súper hilo de la cortina número cero, que no era el débil hilo del número cuarenta con el que habíamos combatido antes, sino enormemente más resistente. Nuestros rivales siguieron usando su hilo número veinte, que pasaba a ser ahora inferior al que teníamos nosotros. Por supuesto que ese fin de semana nos fue muy bien y ganamos holgadamente a nuestros adversarios en la competencia de elevar y cortarle el hilo a los otros volantines”.


3ª.- “HISTORIA DEL FIN DE LA PRIMERA IMPRENTA DE LA ARAUCANÍA”

“La tercera de nuestras entretenciones como grupo era ir al cine los fines de semana y con este objetivo juntábamos diarios usados, huesos y chatarra de fierro. Un día vimos asomado en el piso del patio de la abuela un pedacito de fierro, lo quisimos sacar entre dos y no pudimos. Llamamos a reunión urgente y resolvimos sacarlo, cueste lo que nos cueste. Nos costó muchísimo trabajo desenterrar una cocina viejísima, para llevarla a vender después en una carretilla. Tuvimos que limpiarla, lavarla y transportarla lo que nos costó mucho más trabajo que el calculado. Y todo por ir al cine a ver a Tarzán y su Monachita”.

“Un buen día comenzó una historia que duró varios años y fue mucho más gorda. Esta historia nos hizo subir de nivel como vendedores, ya que ahora los cinco llevábamos el botín solo en los bolsillos de los pantalones. Logramos abrir con una ganzúa el candado de una pieza del segundo piso que permanecía cerrada por mucho tiempo y grande fue nuestra sorpresa, porque allí había todo un taller con máquinas, algunas cubiertas con género y otras todas empolvadas. Descubrimos pues, que el abuelo Alberto Buholzer Hochstrasse tenía allí guardada una imprenta traída de Suiza, cuyo taller funcionó en este segundo piso de la casa de calle Matta. La linotipia estaba empolvada, ya que habían pasado muchos años sin usarse, desde la muerte de mi abuelo. Encontramos también muchísimas cosas interesantes de las publicaciones que había hecho el abuelo, tenía hojas de papel escritas, folletos y libros preciosamente empastados. En secreto logramos hacer andar parte de esta imprenta. De pronto se nos ocurrió la idea de vender en un negocio donde compraban fierro viejo parte de este tesoro. Las partes de la imprenta eran hechas de metales muy cotizados por compradores de chatarra, entre ellos el plomo, el níquel, etc”.

“Cada sábado fuimos sacando algunas partes, vendiéndolas por kilos y con este dinero nos íbamos todos los fines de semana a comprar las entradas para seguir las series de películas al Teatro Municipal. Cuidábamos de llevar el número de kilos precisos para poder pagar nuestras entradas al cine. Las series de películas las entregaba este Teatro cortándolas en las partes más interesantes para que volviéramos el próximo fin de semana a ver la continuación. Estaba en la cartelera una serie de aventuras con pandillas de la edad nuestra, las primeras series de Tarzán y otras. El Teatro Municipal quedaba en la esquina encontrada del negocio de la tía Margarita y del tío Óscar Peña, o sea, Bulnes esquina Lautaro. En los fines de semana, detrás del mostrador de su negocio, la tía Margarita siempre estaba pendiente, de la llegada de su pandilla de sobrinos. A la hora de la entrada al Teatro, nos hacía señas para que nos acercáramos al negocio invitándonos a que entráramos y nos tenía preparados los clásicos 5 paquetes con pastillas para el intermedio de la función. ¡La tía Margarita era una TÍA fantástica!”

“El menor de la pandilla de cinco, o sea Albertito, nos acompañaba en el entusiasmo hasta el intermedio y si todavía no se había orinado lo llevábamos al baño y enseguida me tocaba a mi cruzar la calle Bulnes con él y llevarlo a jugar con su primo Kiko, de la misma edad, al negocio de la tía Margarita. Después de terminada la película pasábamos a buscar a mi hermano Albertito y lo llevábamos a nuestro campamento de calle Matta”.

“Estuvimos asistiendo a ver las series de películas durante varios años seducidos por la fácil venta de las preciadas cosas de nuestro querido abuelito. Tiempo después nosotros decíamos, nuestro abuelo Alberto nos está pagando la entrada al cine para siempre. ¡Bonito recuerdo! Mi abuelita Rosina se dio cuenta de este secreto que teníamos, pero le pareció tan simpático que se hacía como que no sabía la tremenda barbaridad que hacíamos. ¡Desplumábamos nada menos que la primera imprenta de la Araucanía de Chile, que por supuesto hoy día estaría en un museo!”

Como ustedes pueden haber apreciado por lo que me contó Raúl, las historias de los niños son en general muy interesantes, ingeniosas y simpáticas. Estas tres historias son de los nietos de Albert Buholzer Hochstrasse y Rosina Schraub Feldbausch. ¿Qué hermosas historias tendrán sus descendientes de la tercera generación? Las esperamos para publicarlas. ¡Decídanse a enviarlas por internet!

Aída María Román
Nota:
foto 1: Almacén Quillota, en Temuco.
foto 2: Kiko, en Temuco.
foto 3: Albertito Buholzer, en Temuco.